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“La roja es la mejor defensa de un árbitro”: Wílmar Roldán

COLPRENSA

21 de enero de 2013 10:43 AM

Los hombres de negro, los únicos a los que la sociedad del fútbol no les permite una equivocación, casi nunca generan buenas noticias. Y siempre, si los hinchas los esperan al ingreso del camerino o la salida del estadio, no es propiamente para aplaudirlos, sino para fusilarlos con una ráfaga de palabras de grueso calibre.
Ellos siempre pierden. Jamás salen vitoreados. Y si aparecen en las primeras planas de los periódicos será por sus pifias, no por la sanción correcta de un penal. El mundo de la pelota es injusto con quienes, precisamente, están obligados a impartir justicia. Triste paradoja.
Por eso, si un árbitro colombiano figura como el mejor del continente americano y aparece en el octavo lugar del escalafón mundial, en honor a la justicia, hay que destacar el dato.
Wílmar Roldán Pérez. Antioqueño. Nacido el 24 de enero de 1980. 32 años. Acuariano. Con esposa y padre de una bebé de dos meses. 1,90 metros de estatura. 85 kilos de peso. 21 años en el arbitraje…;
Fíjense, de no ser por los registros de la Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol, quizás nunca hubiéramos escarbado un poco en la vida de Roldán. O quizás sí. Quizás aquel día en que cometiera un error que le costara un campeonato a un equipo. Pero este no es el caso…;
- ¿Cómo asimila que sea reconocido entre los mejores diez árbitros del mundo?
Con mucha felicidad. Es un premio al esfuerzo, a la fe en Dios. Siempre será bueno que los demás valoren el trabajo que uno hace.
- ¿Se le pasó alguna vez por su cabeza que llegara a ocupar un lugar de tanto privilegio en el escalafón internacional?
Uno va visualizando cosas cada que lo consideran para dirigir los mejores partidos. En el 2011 dirigí el partido del tercer y cuarto puestos de la Copa América, y una semifinal de Copa Libertadores. Y en 2012 pité la final de la Libertadores y estuve en los Juegos Olímpicos de Londres, entonces eso dio un plus para que el mundo se diera cuenta de que Colombia tenía otro buen árbitro (se refiere al retirado Óscar Julián Ruiz).
- ¿Cuál cree que es ese principal valor que usted tiene dentro del campo?
La tranquilidad. Un árbitro no debe dudar en el momento de tomar decisiones, así vayan en contra del equipo local o del jugador más importante de la cancha.
- ¿Cómo llegó al mundo del arbitraje?
Soy árbitro desde los 11 años. En mi pueblo natal (Remedios, Antioquia), comencé a pitar los torneos infantiles porque siempre me gustó el fútbol. Una vez estaba en un torneo de interclases en el colegio, una profesora pitó un penal y yo le protesté. Ella me dijo que si es que yo sabía pitar y le respondí que sí. Entonces me prestó un pito de piñata, me fui para la tienda de la escuela y saqué de la basura la envoltura de un Bon Bon Bum para representar la tarjeta roja y la caja de unos chicles para utilizarla como la amarilla, y desde ese día comenzó mi goma por el arbitraje.
- Dice que siempre le gustó el fútbol. ¿Cómo hace un árbitro para despojarse del fanatismo dentro de la cancha?
Cuando uno es niño y le gusta el fútbol siempre tiene inclinación por un equipo, ya sea por influencia de la familia o por decisión propia, pero cuando ya estás metido de lleno en esto, te vas despojando de eso. Muchas veces pité partidos de la selección de Remedios porque era el único con escarapela oficial en el nordeste antioqueño y me tocaba quitarme el uniforme de jugador para ponerme el de árbitro. Entonces toca desprenderse de esos sentimientos y ser responsable.
- ¿Y en su familia tiraban más para el verde o el rojo?
Era repartidito, unos del Medellín y otros del Nacional, pero en realidad nunca me gustó ninguno de los dos equipos. Me gustaba más ese donde jugaron Sergio Goicochea y Ricardo Lunari.
- Se refiere a Millonarios…;
Ese mismo, el de los 80 me gustaba mucho.
- ¿Cuál es el peor error que ha cometido en la cancha?
Para nadie es un secreto el error que cometí en la final América-Chicó en el Pascual Guerrero (primer semestre del 2008). Me faltó sentido común al acabar el partido cuando un jugador del Chicó se enrutaba con el balón hacia la puerta, pero bueno, creo que ya aprendí de eso.
- ¿Cuál es la plaza más brava para dirigir?
Cúcuta, sin dudas. Allá la afición es dura. Cuando el equipo va perdiendo, las barras son capaces hasta de tirarte un televisor. Es una plaza muy complicada. Una vez pité un partido Cúcuta-Millonarios, que terminó 2-2, y me tocó esperar cuatro horas en el camerino, después de que se terminó el juego, para poderme ir al hotel.
- ¿Ha sentido ganas de responder al insulto de un jugador?
La respuesta que debemos darles a los jugadores que nos insultan es con la tarjeta roja. Si el respeto predominara en el fútbol, las cosas serían más fáciles. Uno de los instructores internacionales de mi preferencia, Juan Carlos Loustao, dice que eso hay que hacérselo saber siempre a los jugadores, así sean los más importantes y valiosos del mundo.
- ¿Es amigo de la implementación definitiva de la tecnología del gol o prefiere que el fútbol siga confiando en la pericia de los árbitros?
La tecnología del gol es necesaria. Desde el Mundial del 66 venimos discutiendo si el balón entró o no, se repitió luego en el Mundial del 2010 con los mismos rivales, Inglaterra y Alemania, y se agudizó la polémica. Entonces, hay jugadas en las que el ojo humano no es suficiente y aplaudo la decisión de la Fifa de poner en práctica la tecnología del gol, como ya lo hizo en el Mundial de Clubes que acaba de pasar. Esperemos que esa sea la solución al gol fantasma y que ningún equipo se vea perjudicado por la no validación de un gol legítimo, porque el gol es la máxima alegría del fútbol.
- Usted está en curso para ir a su primer Mundial, que sería el de Brasil. ¿Está cerca esa posibilidad?
Vengo trabajando para ello. Tuve ya dos participaciones en Juegos Olímpicos (2008 y 2012), además de la Copa América y las actuaciones en Copa Libertadores, así como las Eliminatorias al Mundial y el Torneo Esperanzas de Toulon, en Francia. Para ir al Mundial vienen tres pruebas difíciles que son el abril, en Paraguay. Y la Copa Confederaciones y el Mundial Juvenil en Turquía pueden ser dos grandes exámenes para ganarse ese derecho a estar en Brasil. Pero, como dice el maestro Óscar Julián Ruiz, uno no puede ‘montarse’ en un Mundial sino hasta cuando ya está pitando allí su primer partido.
- A propósito de Óscar Julián, muchas veces lo encasillaron a usted dentro de la rosca de él. ¿Esa rosca existe?
Como dicen por ahí, ‘al árbol que da frutos, todo el mundo le tira piedras’. Uno no puede tener amigos, porque entonces son los padrinos de uno. En mí han confiando la comisión técnica y la comisión arbitral de la Dimayor. De las últimas cinco finales he dirigido cuatro. De Óscar solo puedo decir que es un gran amigo, una gran persona y mi maestro.
- ¿Y en el concierto internacional, cuál es ese árbitro que más admira?
Siempre admiré al argentino Javier Castrilli, por su carácter. Era un árbitro que entraba a la cancha e infundía respeto, jamás le temblaba la mano.
- Y a usted, ¿le ha temblado la mano alguna vez?
Jamás me ha temblado la mano. El día que me dé miedo dirigir, me retiro, porque yo pito por placer. En el camerino siento esa ansiedad por salir a la cancha y cuando entro al terreno me emociono mucho.
- ¿Ve a Colombia en el Mundial de Brasil?
Sí, y creo que va a ser uno de los primeros en clasificar. Esta nueva generación de nuestro fútbol ha encontrado un gran capitán (José Pékerman) para dirigir el timón hacia Brasil y lo más importante es que los jugadores le creen y lo respetan. Con la ayuda de Dios, ganando los cuatro partidos que tenemos en Barranquilla, vamos a estar en la Copa Mundo.
- ¿Cuál es el partido más importante que ha dirigido?
Son muchos los partidos que me traen buenos recuerdos, pero haber dirigido la final de la Libertadores en el 2012, entre dos grandes equipos como Corinthians y Boca Juniors, es lo mejor que me ha pasado hasta ahora. Esa fue una apuesta de la Conmebol, en un árbitro joven, que venía en ascenso, y gracias a Dios respondí con altura a las expectativas.
- ¿El jugador colombiano es ‘piscinero’?
Ese es un mal del fútbol que ha hecho carrera y es difícil erradicarlo, porque la gente aplaude la deshonestidad, el fútbol sucio y eso se ve desde las divisiones inferiores. Un niño simula una falta y si el árbitro le cree, entonces ese niño es un berraco para el fútbol, porque fue capaz de engañar al juez.
- ¿Cuál es el jugador que más ha expulsado?
Gerardo Bedoya. Le he sacado la roja cinco veces.
- ¿Duro pitar un partido donde esté Bedoya?
Gerardo es un buen tipo, pero a veces no mide su fuerza, sus codos y sus pies. Lo conozco bien a él y a su familia, es un gran tipo, pero no sabe medir la intensidad de su juego.
- ¿Y alguna vez lo ha expulsado porque se metió con usted?
Sí, una vez en Cali, en un partido América-Millonarios. En el último minuto me dijo descarado y le saqué la roja. Esa, la roja, es la mejor defensa de un árbitro.

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