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Sincerín bendice a su hijo

SAMUEL ÁLVAREZ BELEÑO

15 de septiembre de 2009 12:01 AM

En Sincerín hoy todo es fiesta, y en sus polvorientas calles celebran, festejan la llegada de su hijo, el lanzador Ernesto Frieri, al Béisbol de las Grandes Ligas. Hay júbilo. No hay un solo morador de esta población que no le haya dado gracias a Dios por el logro de Frieri. Hoy, el orgullo de ellos y ejemplo a seguir de los niños que quieren lograr el mismo sueño. Lo que hasta ahora está claro en este corregimiento de Arjona es que la fiesta para recibir a Ernesto Frieri será más grande de la que se tenía pensada hacer el 20 de septiembre, cuando le había prometido a su abuela que vendría a visitarla. Su retorno se tuvo que aplazar. Muchas cosas deberán posponerse. Entre esas los tres gallos criollos que su abuela, doña Zoila Gutiérrez, ya tenía listos para hacerle un suculento sancocho a su llegada a la calle principal de Barrio Viejo, donde nació el pelotero. Ayer, un grupo de gaita fue el encargado de prender la celebración. La casa se llenaba de curiosos y amigos que querían felicitar a la abuela. “Cuando me llamó me preguntó que cómo me parecía la noticia. Y yo le dije: mijo y cómo crees tú, estoy alegre, si ha sido lo que tu más has querido en la vida. Dios escuchó las oraciones que yo nunca he dejado de hacerte desde que te fuiste a Estados Unidos. Lo seguiré haciendo para que te vaya mejor”. Sus sentimientos están encontrados, pero su alegría, aunque no se nota mucho, se ve reflejada cuando habla de su nieto o “mi hijo, porque lo crié desde que tenía seis meses y lo levanté como si yo lo hubiese parido. Él ha sido juicioso y buen estudiante, nunca anduvo en malos pasos. Todo era su béisbol”, asegura. Dice además que la madre de él e hija suya, Hena Luz Chico, también debe sentirse muy contenta, porque aún cuando no están juntos si se comunican. “Ella trabaja en España, pero se llaman mucho. Ese fue el único hijo que tuvo. Así que imagínense la felicidad. Su padre fue el que no lo pudo ver triunfar. Murió hace tres años”. Las anécdotas Sino hubiese sido por doña Zoila, es posible que Ernesto no estuviera hoy donde está. “Mi mamá –relata la tía Imelda- siempre le daba ánimo cuando llegaba llorando porque no lo ponían a jugar, le decía: ten paciencia y sigue practicando”. Sin embargo, la abuela de manera muy jocosa y con una emoción sin límites se ríe y cuenta que “fue el molino lo que le dio ese brazo fuerte. Porque aquí se molía el maíz de unas 150 a 180 mazorcas diarias para los bollos que yo vendía”, concluyó con una fuerte carcajada.

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