Cartagena


Detrás del hallazgo de patrimonio subacuático

MÓNICA MEZA ALTAMAR

19 de julio de 2015 12:00 AM

El hallazgo de más de 100 piezas de madera descontexualizadas, en aparente orden, y un cañón, al frente de la Casa de Huéspedes Ilustres, en las inmediaciones del Fuerte de San Juan de Manzanillo, son testimonios de la existencia de una de las embarcaciones que Blas de Lezo hundió en 1741 para evitar la invasión británica en la ciudad. Lea aquí (Arqueólogos hallaron restos de una embarcación del siglo XVIII en Cartagena)

Pero, ¿cómo se logró encontrar e identificar estas piezas que hacen parte del patrimonio cultural subacuático de Cartagena?

En entrevista con El Universal, Carlos del Cairo Hurtado, director de la Fundación Terra Firme y profesor de arqueología de la Universidad Externado de Colombia, detalló paso a paso el descubrimiento, que se realizó en el marco de los estudios previos exigidos por el Estado para dragar y profundizar los canales de Bocachica y Manzanillo.

“Hicimos intervenciones bajo la autorización del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH). Se empezó con una prospección arqueológica, que permitió explorar una mayor parte del área con equipos y sensores remotos. En este caso, se utilizó la misma marca de sonar con la que encontraron el Titanic”, dijo del Cairo.

Así, con equipos como el Side Scan Sonar EdgeTech 4200, “empezamos a hacer toda la prospección de las áreas de Manzanillo y Bocachica. Esos aparatos generaron una fotografía del lecho marino con ciertas anomalías, es decir, se notan cosas que aparentemente no pertenecen al fondo marino. Después de que hay unas anomalías, con unas coordenadas GPS, van los arqueólogos a verificar por medio de buceo si es un sitio arqueológico o un objeto arqueológico, y así fue como empezamos a encontrar unas estructuras de madera”.

El  Director de la Fundación Terra Firme destacó que “de un año para acá, cuando encontramos las primera pistas, advertimos a la empresa de dragado, que es la Jan de Nul, que los trabajos no se podían iniciar porque, al parecer, habíamos encontrado un sitio arqueológico y había que identificar qué era, cuánto material había, y cómo lo íbamos a salvar”.

Contó que “empezamos a hacer la observación y el reconocimiento, en un área de 40 metros cuadrados, con la mala suerte de que la visibilidad era pésima. Era muy difícil hacer este trabajo porque muchas veces teníamos una visibilidad de 10 centímetros, no se veía nada, y entonces era al tacto. Había días en que teníamos buena visibilidad, otros no, por los sedimentos del Canal del Dique, pero encontramos el cañón y empezamos a encontrar más estructuras”.

IDENTIFICARON PIEZA POR PIEZA
Con las piezas halladas, detalló que “hicimos el informe. Por el cañón, el tipo de madera y las partes de la embarcación, todo apuntaba a que podrían ser los restos de un naufragio del siglo XVIII, por ello, se propuso como medida de protección del patrimonio subacuático, que esas piezas debían ser levantadas, desplazadas y redepositadas fuera del canal para que no fueran destruidas. Esa decisión se tomó porque el sitio estaba descontextualizado”.

El paso a seguir fue “un levantamiento planimétrico detallado, cogiendo pieza por pieza, etiquetándolas y haciendo un mapa de distribución, que fue lo que nos permitió identificar qué era cada una”, manifestó del Cairo.

Para saber si había otras piezas debajo de las halladas, en julio de 2014 se trajeron especialistas de Argentina, Uruguay, Chile, México y España.

“Fueron 40 días que los expertos internacionales, junto con nacionales, trabajaron en el registro arqueológico. Cuando terminamos el mapa, intervinieron buzos de la Armada, quienes tenían la misión de levantar las piezas con bolsas de izado, muy suavemente, y ponerlas sobre una plataforma de trabajo donde tomamos fotografías, registramos, detallamos los cortes de la madera y los huecos donde estaban los clavos, para identificar de qué parte de la embarcación se trataba”, explicó el arqueólogo.

Una vez caracterizadas las piezas en la plataforma, que era un bongo, “teníamos un punto en GPS donde redepositamos toda las maderas en el agua. Después las recubrimos con arena y geotextil para protegerlas, porque muchas veces cuando este material entra en contacto con el oxigeno se desintegra, en el fondo marino proliferan animales que empiezan a degradarlo, pero si le cortas el oxigeno, en un ambiente anóxico, la madera y todos los objetos arqueológicos están preservados”.

Del Cairo afirmó que debido a que los costos para conservar este tipo de bienes en la superficie es muy elevado, la técnica de enterrar piezas arqueológicas “se ha utilizado en todas partes del mundo y corresponde a un plan de manejo arqueológico, en el marco del dragado de profundización de los canales de Bocachica y Manzanillo”.

MÁS HALLAZGOS
Con recursos del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH), se están llevando a cabo las investigaciones del hallazgo de los restos de una embarcación de 1741, en otro sitio de la bahía.

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