Editorial


Acciones de Navidad

Llega otra Navidad, con su tradicional carga de buenos deseos, de intenciones generosas y de oraciones para que se reduzca el sufrimiento de quienes, por ser pobres, reciben golpe tras golpe a lo largo de los años.
Siempre que pensamos en Navidad, pensamos en los pobres y los desamparados, y en sus padecimientos. Este año, cuando el invierno ha golpeado con fuerza implacable a todas las regiones colombianas, con mayor razón los corazones de los cartageneros, bolivarenses y colombianos, se conmueven con las aflicciones de los pobres, principales víctimas de las inundaciones y los deslizamientos.
El problema es que casi siempre esa fuerza que nos llena el corazón en la época navideña sólo alcanza para pensar en los pobres, para conmovernos con sus pesares, pero en muy pocos casos llega a convertirse en acciones concretas que, aunque no remedien los males del mundo, contribuirán mitigar tanta amargura.
No está en nuestras manos como individuos la solución a la catástrofe que se ha desatado sobre regiones enteras, que sufrieron el embate de ríos y ciénagas desbordadas, de avalanchas de tierra, piedras y lodo, y que ahora ven sus hogares inundados o sepultados.
Es una labor titánica ayudar a los más de dos millones de damnificados, y mucho más descomunal será la de ayudarlos a recuperarse desde la miseria absoluta.
Cuando como individuos pensamos en esa labor enorme, podemos perder fácilmente la esperanza, y a veces nos convencemos de que nuestras oraciones no tienen efecto sobre esos males.
A pesar de ser muy repetida, es inoperante la frase “La unión hace la fuerza”, y su ineficacia se debe a que no se concreta repetidamente en acciones prácticas.
Es bueno comenzar clamando, indignados, por el fin de las injusticias, del oficio infame de los sicarios, de la corrupción y falta de sensibilidad de algunos gobernantes, pero si esos clamores no se transforman en acciones efectivas, todo seguirá igual, o quizá empeorará.
La pequeña acción de un individuo para ayudar a otro que ha sufrido el invierno, parece poca cosa, pero sumadas las pequeñas acciones de mil individuos, tendremos un resultado contundente que mejorará la situación de mil personas. Si se sigue sumando, ya no serán mil, sino 10 mil, 100 mil, 1 millón, 2 millones…;
En Colombia hay millones de personas que pueden realizar pequeñas acciones para ayudar a otros tantos millones de pobres y damnificados por el invierno. Lo único que debe hacerse es decidirse a ayudar.
¿Por qué no ensayamos esa otra manera de vivir la Navidad? ¿Por qué no convertir nuestras nobles pero inútiles preocupaciones en acciones reales?
Si a la oración por los damnificados le sumamos un aporte en dinero, ropa y alimentos, nuestra caridad cristiana se transforma en acción eficaz.
Cuando estemos reunidos con nuestras familias, compartiendo una cena exquisita, contando anécdotas de nuestras vidas y recordando a los que se fueron, pensemos que con un regalo entregado sinceramente a quienes no tienen nada, llevaremos una luz de esperanza.
Es ese el verdadero sentido del mensaje de Cristo, cuyo nacimiento celebramos esta noche.

 

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