Editorial


Actualizar el reglamento de la boya 50

La época de vacaciones, que afortunadamente trae muchos visitantes a la ciudad, eleva exponencialmente todas las fallas de civismo, educación, orden y autoridad en Cartagena, especialmente con respecto a la movilidad. La nuestra es una ciudad improvisada, no planificada.
Todo el año hablamos de los autos aparcados irregularmente en las arterias principales de la ciudad, como la avenida del Arsenal, la Calle Larga, la avenida Tercera de Manga, la Media Luna y muchas más. En vez de erradicar las irregularidades e imponer la disciplina cuando aún es fácil hacerlo durante las temporadas bajas, no se hace nada y en estas épocas de visitantes por miles el caos usual se convierte en desastre. Y salvo “pescar” a algunos turistas incautos, las autoridades –mucho más copadas que de costumbre- hacen mucho menos.
Pero los trancones y desmanes no solo ocurren en tierra, sino en el agua. Las lanchas que normal-mente están inmóviles en las marinas salen todas al tiempo, con el agravante de que solo los mejores pilotos trabajan todo el año, pero en esta época abundan los chambones contratados por necesidad o por ignorancia de los neonautas rubicundos del interior. El resultado también es caótico y peligroso.
En este entorno de marinería deportiva hay un diamante en bruto, la boya 50, instalada por la Armada Nacional hace unos años, que delimita la entrada y salida de la Bahía de las Ánimas, la parte más estrecha de la bahía interna de Cartagena, flanqueada por el fuerte del Pastelillo y la Base Naval.
Es obligatorio rebajar la velocidad antes de pasarla al entrar, y esperar a pasarla al salir para poder acelerar la lancha. La boya 50 ha sido uno de los pocos éxitos en regulación de la movilidad en Cartagena, aunque las obligaciones que impone deben ser actualizadas y bien divulgadas. Y luego se deben hacer cumplir al pie de la letra, incluyendo las lanchas de Guardacostas, que en vez de poner un ejemplo permanente e impecable, se toman demasiadas libertades con la velocidad y las olas que hacen, lo que todo mundo nota y comenta.
La boya 50 no debe exigir un mínimo de nudos de velocidad, sino cero olas. Así se cumplirían sus dos objetivos: la navegación segura en aguas de tráfico alto y la protección de monumentos nacionales como el fuerte del Pastelillo, el Baluarte del Reducto, y edificaciones como el Centro de Convenciones, además de los diversos muelles de la zona.
Pretender regular los nudos de velocidad es inocuo, ya que además de no tener cómo medirlos las autoridades ni la mayoría de las embarcaciones, algunas naves hacen olas dañinas a tres nudos, y otras no las hacen a 10 ó más nudos. Lo sensato, y lo que se usa en los países avanzados es el requisito de cero olas, que se obtiene cortando máquina por unos segundos, y luego engranándola. Y para ejercer autoridad, las olas las ve todo mundo.
Ojalá la Armada dé este paso adicional para perfeccionar una medida suya que ha tenido una utilidad incuestionable

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