La velocidad de la promoción del nuevo aeropuerto entre Cartagena y Barranquilla obliga a preguntarse: ¿quién lo necesita, cuándo y por qué? A favor o en contra hay grupos de interés fuertes: los inversionistas y promotores del aeropuerto nuevo; el concesionario Vía al Mar; los dueños de las tierras aledañas al nuevo aeropuerto; el concesionario del aeropuerto de Cartagena; el concesionario del de Barranquilla; los vecinos del Rafael Núñez; los que aspirarían a urbanizar ambos aeropuertos viejos; y las fuerzas armadas, que necesitan al Cortissoz de Barranquilla. También tiene mucho interés el sector turístico de Cartagena, al igual que el público usuario de ambos aeropuertos, que podría verse representado por las agrupaciones gremiales más importantes, la mayoría opuesta al proyecto nuevo, en ambas ciudades. El Universal supo que el proyecto tampoco le agrada al alcalde Char, de Barranquilla, y la alcaldesa de Cartagena ya se pronunció antes: el aeropuerto nuevo sí, pero sólo cuando sea indispensable y sin perjudicar el turismo ni la comodidad que representa el Rafael Núñez, al que se llega en 10 minutos desde el sector turístico, mientras al nuevo paraje se emplearían al menos 30 minutos, con la vía despejada. Los gremios y público de Barranquilla creen que el afán del nuevo aeropuerto es de Cartagena, que lo necesitaría por su tráfico turístico, mientras que aquella ciudad está tranquila con el Cortissoz donde está, y no ganaría mucho con pasarlo para los límites entre Atlántico y Bolívar. Los cartageneros creen que el embeleco es de los barranquilleros, quienes estarían encartados con el Cortissoz, y llegarían más rápido al nuevo aeropuerto, sin acordarse de que Char está ampliando la vía entre la Barranquilla viajera y su aeródromo, lo que reducirá el tiempo de ir y venir. Así que Barranquilla tampoco ganaría mucho. Para financiar el aeropuerto nuevo, se vendería el Rafael Núñez por 140 millones de dólares; Mindefensa pagaría USD150 millones por el de Barranquilla para montar allí su base aérea militar; USD200 millones se financiarían con vigencias futuras; USD200 millones estarían a cargo de los inversionistas privados; y los 260 millones de dólares restantes tendrían que conseguirse con apalancamiento financiero, para una inversión total de 950 millones de dólares. El aeropuerto de Cartagena movió 1.580.000 pasajeros en 2009, y sólo en 2030 llegaría a 5 millones de pasajeros. Para lograrlo, convertiría la pista existente en calle de rodamiento, y construiría la pista nueva al norte, entre otros cambios. Es decir, SACSA, el concesionario del aeropuerto Rafael Nuñez, cree que éste le servirá bien a la ciudad durante al menos 20 años más, hasta 2030, con algunas modificaciones mucho más baratas que invertir en uno nuevo. El aeropuerto de Barranquilla, con mucho menos tráfico que el de Cartagena, tendría una vida útil mucho más larga. No dudamos de que buena parte de la presión venga del Gobierno, ya que el Cortissoz, muy próximo al vecino belicoso y bocón, tiene un valor estratégico altísimo. Por lo demás, el nuevo aeropuerto parece demasiado precipitado. Entonces, ¿se justifica el afán del Gobierno y de los promotores del proyecto, o se puede andar más despacio?
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