Editorial


Agro del Siglo XXI en el Caribe

El agro del Caribe continental colombiano se divide entre la agricultura y la ganadería. Predomina la primera a gran escala en Magdalena, Cesar, Urabá antioqueño y en menor escala, en Córdoba. En todos hay agricultura campesina de pancoger.
El uso del suelo agrario para plantaciones grandes lo determina el riego, más desarrollado en las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta, privilegiada por los ríos y arroyos nacidos del hielo perpetuo. En esos departamentos hay banano y palma de aceite, como los hay en Urabá.
En Bolívar y Córdoba hubo y hay pequeños distritos de riego, pero insuficientes frente a la cantidad de tierra buena para irrigar e insignificantes en comparación con los de la Sierra, aunque el cultivo industrial de palma de aceite crece en Marialabaja (Bolívar). De seguir la tendencia, se necesitará agrandar las represas en Montes de María.
La ganadería extensiva, que es muy ineficiente, impera en el Caribe colombiano y consiste de poco ganado en mucha tierra. Allí el ganado escoge lo mejor para comer y podrá haber buena producción por cabeza, pero muy baja por hectárea.
En la ganadería intensiva hay pastos de corte y estabulación de las reses, que producirán mucho más por hectárea, pero menos por cabeza al no poder elegir lo que comen, que les será servido en un comedero e incluirá fibras de poco sabor y no nutritivas.
El silvopastoreo representa lo mejor de ambos mundos: el ganado tiene un menú mayor de pastos, árboles y arbustos forrajeros (leguminosas) con alta proteína, cuyas raíces además fijarán el nitrógeno al suelo, disminuyendo el uso de fertilizantes.
Este sistema permite muchas más cabezas por hectárea sin tener que estabular el ganado e incrementa el rendimiento individual. Así se libera tierra ganadera para la agricultura, según el propósito de Fedegan de aumentar el hato de 24 millones de cabezas a 40 millones, pero en 20 millones de hectáreas en vez de las 38 millones de hoy.
Este cambio también es bueno para el ambiente. Rodolfo Barahona, docente de la UN en Medellín, dijo respecto a una investigación financiada por Colciencias que el silvopastoreo reduce “aproximadamente el 30% en la emisión de gas metano por cada kilogramo de dieta fermentada que consume el animal”, “se duplica la producción del ganado y se reduce el uso de fertilizantes nitrogenados de síntesis química, lo que hace más sustentable…;la ganadería en el país”. El lector recordará que el ganado es uno de los grandes responsables del calentamiento global al reducir la capa de ozono a través de su digestión.
Y añade Barahona: “... la dieta …; a cada animal contiene entre 16 y 18% de proteína y alrededor de 60% de fibra, mientras que con la forma tradicional se brinda entre 8 y 10% de proteína y 72% de fibra”, demasiada de la última.
Insistimos en el silvopastoreo aquí porque necesita promoción oficial entre los campesinos, que son la mayoría de los propietarios, y requieren ayuda técnica y financiera para implementarlo. Si el silvopastoreo se generaliza, tiene otro beneficio social: se abaratarían los costos y más gente podría comprar carne.

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