Fe de erratas:
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En Cartagena sigue el miedo por la inseguridad urbana, particularmente por los atracos. Hay muchas historias documentadas de atracadores que suplantan a empleados de ciertos organismos y se ponen sus uniformes, especialmente de las empresas de servicios domiciliarios y hasta de la Policía y del Ejército.
También son comunes los robos en los que desocupan el mobiliario de un apartamento o casa directamente a un camión, después de intimidar o amordazar a los porteros, y por supuesto, a los residentes. En todos los barrios, pero especialmente en los de estratos más altos, se sabe de esta clase de robos, aunque se sospecha que quizá la mayoría quedan ocultos por el miedo de las víctimas a denunciarlos cuando todavía se podría hacer algo.
En ese ambiente de desconfianza aguda, estimulada por las propias autoridades en reuniones con vecinos y sus asociaciones en el sentido de no “dar papaya”, es incongruente que algunos organismos del Estado pretendan allanar un edificio o un apartamento vestidos de civil, exigiendo que les abran la puerta sin identificarse y como se dice en el argot popular, “por su linda cara”.
Antier la Dian intentó entrar a un edificio en Castillogrande y según el portero, quisieron sus funcionarios que les abrieran la puerta solo porque ellos decían pertenecer a ese organismo, pero sin mostrar una identificación y sin presentar tampoco una orden de allanamiento. La Dian, por su parte, le dijo a El Universal anoche que sí se identificaron.
De inmediato se activaron las redes sociales, pensando que era un atraco o un secuestro. Circularon toda clase de versiones, algunas fantasiosas. En vez de salirle al paso con una declaración o comunicado de prensa inmediato, las autoridades dejaron que tomaran fuerza los rumores, siempre mucho más dañinos que la realidad.
Confiamos mucho en la Dian y sabemos que tenía un objetivo legítimo al intentar entrar al edificio en cuestión, pero es inconcebible que cualquier entidad del Estado intente operar así a pesar de la sensación de inseguridad urbana, que lleva varios años deteriorándose, aunque la Policía haya dado golpes contundentes y se le note el buen trabajo contra la delincuencia.
Cualquier organismo que allane o revise un inmueble necesita hacerlo con sigilo y mucha discreción para que no escape su objetivo, pero las autoridades tienen que establecer procedimientos nuevos y mejores para que la gente no se oponga, porque se seguirá oponiendo y con toda la razón en circunstancias similares, no por obstaculizar a la ley, sino precisamente por pensar que los visitantes son del hampa.
Revisar estos procedimientos implicaría hacerlos acompañados de la Policía o Infantería, para que el vecindario sepa que la operación es legítima, aunque se pierda un poco el sigilo. Ya las distintas armas cooperan entre ellas, así que una operación conjunta no debería representar riesgos de filtraciones hacia los objetivos de las pesquisas o capturas.
Este allanamiento fallido y traumático debería servir para una reflexión que desemboque en procedimientos acordes con una época de inseguridad urbana y de una desconfianza casi enfermiza, que aún hay que superar.
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