Editorial


Anticipando los problemas futuros de Transcaribe

La semana pasada se presentaron en Bogotá bloqueos en algunos tramos de las rutas principales de Transmilenio en Bogotá, por ciudadanos que protestaban contra los problemas que ha tenido el servicio en los últimos meses, principalmente el hacinamiento en las estaciones y las demoras en el despacho de los buses y en la llegada de las rutas alimentadoras. La comunidad bogotana se ha vuelto extremadamente crítica con Transmilenio, y las fallas, derivadas paradójicamente del propio éxito del sistema, son vistas como una muestra de su fracaso y de su ineficacia en una ciudad tan grande y poblada. Sin embargo, los problemas que ahora presenta Transmilenio pueden solucionarse con voluntad, creatividad y sobre todo, decisión política firme. De haber continuado en Bogotá el viejo y caótico sistema de rutas urbanas, como el que existe hoy en Cartagena, los problemas contra los cuales protesta con tanta frecuencia la comunidad serían un pequeña molestia, comparados con los que estaría causando esa avalancha de buses sin control, desplazándose velozmente por calles y avenidas, parando en cualquier sitio en peores condiciones de hacinamiento e incomodidad. ¿Cómo se transporta la gente común en Cartagena? En buses con mantenimiento deficiente, viejos en su mayoría y destartalados, que arrojan su carga contaminante de humo negro sobre el ambiente, excesivamente ruidosos y francamente insoportables al frenar, donde se meten como sea los pasajeros a quienes los conductores no respetan ni se preocupan por su seguridad, porque trabajan más de 15 horas diarias sin descanso y no tienen seguridad social. ¿Ese es el sistema de transporte que queremos seguir padeciendo en Cartagena? Aunque en Bogotá parecen haberse olvidado de ese martirio, y se han lanzado a criticar, en parte injustamente, a Transmilenio, lo cierto es que su similar Transcaribe, por costos, estructura y comodidad, es el único sistema que podrá garantizar la movilidad de los cartageneros en condiciones adecuadas, con plena seguridad y sin las molestias actuales. Por supuesto, Transmilenio está empezando a presentar muchos problemas, y todo se debe, como dijimos al principio, a su propio éxito. Cada mes se están sumando más y más pasajeros, a un ritmo mucho más veloz que el de su expansión y adaptación. Los trámites para importar los buses articulados son demorados y su costo es grande. Además, gran parte de las molestias que se están empezando a padecer son causadas por los propios usuarios, muchos de los cuales quieren entrar a toda costa de primeros, sin respetar filas ni mostrar consideración por los demás; fuman en las estaciones; se entra sin pagar; se ocupan sus puestos de manera continua. Lo que ocurre en Bogotá debe servirnos como advertencia para que no se repita en Cartagena. De todos nosotros depende que Transcaribe empiece a funcionar ordenada y fluidamente. Tenemos la ventaja, además, de observar los problemas futuros antes de que empiece la operación, y corregirlos antes de que surjan. Lo que no puede perpetuarse de ninguna manera es el caos, peligro, irrespeto y contaminación que depara el actual sistema de buses urbanos.

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