Editorial


Atacar a la prensa es atacar a la democracia

Mientras diferentes líderes y organizaciones claman con energía por el intercambio humanitario, como un preludio de la salida negociada al conflicto colombiano, las Farc, uno de sus más determinantes actores y responsable principal de que siga la violencia y la muerte en el país, se encarga cada día de mostrar que no tiene verdadera voluntad de paz. La última acción –o más bien intención, porque la inteligencia militar se encargó de frustrarla– que planeaba la guerrilla era el asesinato de un periodista que ha mantenido durante más de 15 años el programa radial “Las Voces del Secuestro”, una valiosa contribución a mitigar el sufrimiento de esos compatriotas retenidos contra su voluntad y sometidos al trato más cruel. El atentado contra Herbin Hoyos lo estaba planeando el bloque sur de las Farc, liderado por “Fabián Ramírez”, que había contratado, según informes de fuentes militares, a sicarios de la delincuencia organizada, para ejecutar el crimen, que por tratarse de un periodista y por la importante y noble labor que está realizando, hubiera sido el más horrendo delito de los últimos tiempos en el país y una violación a los principios básicos del Derecho Internacional Humanitario. Todo parece indicar que a las Farc les cayó muy mal que Herbin Hoyos estuviera organizando una caravana de motociclistas, que recorrerá diferentes ciudades de Europa desde el 3 de noviembre próximo, para promover nuevamente la exigencia a ese grupo guerrillero de liberar a todos los secuestrados, y cuya meta es la ciudad de Roma, donde se intentará conseguir una audiencia con el Papa Benedicto XVI. Todos los días, con sus emboscadas a mansalva, sus ataques a pueblos y veredas, y su decisión de mantener a los secuestrados a cambio de logros políticos, las Farc se encargan de demostrar que ya olvidó hace mucho tiempo los objetivos sociales que pretendía defender, y en cambio ahora se traza metas estrictamente económicas, en alianza con los narcotraficantes. La guerrilla, lejos de reivindicar los derechos y oportunidades de lo más necesitados, se está encargando de sepultarlos más en la pobreza, cerrándoles las oportunidades que un país sin conflicto podría ofrecerles, con el juego infame de la liberación de los secuestrados, con los ataques cobardes a jóvenes y valerosos soldados del Ejército en lugares inhóspitos y con el reclutamiento de menores de edad ante la desesperación por las crecientes deserciones. La intención de acallar a un periodista demuestra la verdadera esencia de los ideales guerrilleros, que coincide con algunos proyectos gubernamentales en varios países que han sido tradicionalmente democráticos, pero que están censurando medios de comunicación y colocándole una mordaza a la prensa libre, porque es la mayor amenaza a sus propósitos dictatoriales. La guerrilla está herida y sabe que sólo una conspiración con apoyo exterior puede devolverles el oxígeno que se les acaba, pero esa misma desesperación los hace atacar los más sagrados símbolos de la democracia y cada vez que lo hacen, se ganan el rechazo más profundo de la gran mayoría de los colombianos.

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