Editorial


Atentado cobarde

El atentado de ayer contra el ex ministro Fernando Londoño, quien sobrevivió de milagro, fue atribuido a las Farc por algunas autoridades ante las cámaras de los medios, aunque el Gobierno dijo más tarde que la autoría no estaba confirmada. Quienesquiera que hayan sido, asesinaron a 2 personas, incluidos dos escoltas del ex ministro, e hirieron a 39 más.
Ayer las autoridades hablaban de un sistema explosivo usado por primera vez en Colombia, pero propio de ETA en España, grupo criminal que tuvo -¿tiene?- nexos con las Farc. El artefacto, originalmente una mina naval con imanes para pegarse bajo el agua a los cascos de los barcos, es llamado “bomba lapa” (limpet mine, en inglés) por un molusco que se adhiere con mucha fuerza a la parte mojada de las embarcaciones.
Los criminales inauguran así una nueva etapa de terrorismo en el país con un explosivo peligroso y fácil de usar. Conociendo la crueldad de los terroristas, no nos extrañaría que repitieran estos ataques en cualquier parte.
Las autoridades creían ayer, basadas en las tomas de algunas cámaras de seguridad, que una persona disfrazada de mendigo se arrimó al carro de Londoño, pegó la bomba y huyó hasta una motocicleta que lo esperaba.
Las bombas lapa pueden ser detonadas de manera remota o con temporizadores. Es obvia la facilidad para estos ataques, ya que también podrían usarse las bombas lapa contra vehículos aparcados en cualquier parte sin que nadie las note hasta que sea demasiado tarde, cuando elijan detonarlas los criminales.
Como era de esperarse, el ex presidente Uribe arremetió ayer contra el gobierno de Juan Manuel Santos por la “tendencia” de inseguridad que se viene afincando en el país, cuyo episodio más reciente fue la bomba lapa de ayer. También condenó a los congresistas si aprobaban la nueva ley que según él, permitiría la impunidad para los guerrilleros que decidieran desmovilizarse, especialmente en un proceso de paz que parece promover el gobierno de Santos.
Dígalo o no el ex presidente Uribe, el atentado en Bogotá le hace mucho daño al país por dentro, porque debilita la confianza ciudadana, y afuera tiene un efecto parecido que desestimula la inversión extranjera y el turismo. El terror es un mecanismo “barato” para llegar a controlar a miles de personas sin que los terroristas en verdad tengan los medios materiales para lograrlo. Por ese miedo ya pasó el país y no debería repetirlo.
El reto a la ciudadanía colombiana y a sus autoridades es enorme, ya que la bomba lapa les da a los terroristas una capacidad de hacer daño que antes no tenían. Aun así, los colombianos no deberían dejarse arrinconar por los criminales.
Por lo mismo, deberían estar atentos para informarles a las autoridades cualquier anomalía que noten, por pequeña que parezca, de manera que los terroristas no tengan libertad para actuar. Por muy hábiles que sean, no son invisibles ni infalibles y una buena vigilancia ciudadana podría derrotar muchas de sus iniciativas.
Las autoridades, por supuesto, tendrán que asegurarse de neutralizar lo que comienza a parecer una escalada terrorista.

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