La Misión de Observación Electoral (MOE), un grupo de la sociedad civil que promueve la democracia electoral, reportó al cierre de las urnas en el país, que cada 3 minutos recibió una denuncia sobre delitos en la jornada, de las cuales trasladó 165 a la Policía y a la Unidad de Reacción Inmediata para la Transparencia Electoral (URIEL). La mayoría de tales denuncias se refirió a la compra de votos, constreñimiento al votante, participación en política de servidores públicos y publicidad política en puestos de votación. Hasta en Puerto Leguízamo, Putumayo, había una casa donde les regalaban almuerzos a los indígenas para luego llevarlos a votar “amarrados” por el politiquero de turno. La Procuraduría General de la Nación reportó al finalizar la jornada, 315 denuncias por anomalías, 70% de las cuales vincula a funcionarios públicos por participación en política. La misión electoral de la Organización de Estados Americanos (OEA) también reportó con preocupación la compra de votos en varias regiones del país, especialmente en Bolívar. El jefe de esa misión, el chileno Enrique Correa, aseguró que uno de los casos más dramáticos “se presentó en Magangué, Bolívar, donde se pagaban los votos en las mismas mesas de votación”. Satisface constatar que la ciudadanía empezó a luchar por unas elecciones libres, denunciando delitos, pero también se nota que los comportamientos ilegales durante los comicios se multiplicaron de manera preocupante, lo cual demuestra que no han sido suficientes los esfuerzos de las autoridades y de la comunidad para frenar la compra de votos, el constreñimiento al elector y la participación en política de servidores públicos. Aún falta mucho para que en Colombia haya elecciones verdaderamente limpias, y una de las causas es la normatividad inofensiva que pretende controlar la financiación ilícita de las campañas. A este gran problema se le suman otros inconvenientes relativos a la logística y al desarrollo mismo de las elecciones: la llegada tarde de jurados, el incumplimiento de los procedimientos de apertura obligatorios, irregularidades cometidas por jurados por desconocimiento o falta de control, el número alto de personas que llevan a los adultos mayores a votar y no los dejan hacer ningún paso por su cuenta. En cuanto a la participación en las urnas, una de las causas de la abstención, además del desencanto y los obstáculos insalvables para salir a votar, fue el tarjetón, mucho más complicado que en elecciones anteriores. En medio de todo este panorama poco alentador, especialmente por las tramas contra la pureza electoral, es preciso resaltar la tranquilidad con que transcurrieron los comicios, perturbados en muy pocos sitios, y en la mayoría de los casos se logró capturar a los causantes, gracias a la denuncia ciudadana y a la presteza de las fuerzas armadas y de los organismos de seguridad del Estado. Estamos de acuerdo con el ministro de Defensa, Gabriel Silva, en que estas han sido las elecciones más tranquilas de los últimos 30 años. Pero infortunadamente, también han sido las que dejaron ver más irregularidades y bandidaje politiquero.
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