Editorial


Balance bueno para el FICCI

El Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias (FICCI), cuya edición número 51 culminó anoche, comenzó a vivir una era nueva, bajo la dirección de Monika Wagenberg y la gerencia de Lina Rodríguez, con el apoyo irrestricto de su Junta Directiva, presidida por Salvo Basile. A toda la organización se le sintió una solidez monolítica pocas veces percibida antes.
Este año, el FICCI exhibió una programación de gran calidad, reuniendo lo mejor del nuevo cine iberoamericano, las películas colombianas más recientes y algunas producciones internacionales importantes, seleccionadas con criterio riguroso y con la seriedad de quienes son apasionados irrestrictos del séptimo arte.
Recuperó, además, su naturaleza de evento que convoca a personalidades importantes del cine mundial, como ocurría hace muchos años, y en 2011 Cartagena tuvo el privilegio de recibir a actores destacados, como el estadounidense Willem Dafoe o la californiana Geraldine Chaplin; directores como el mexicano Arturo Ripstein y el español Fernando Trueba, por mencionar sólo unos cuantos.
Paralelamente, en asocio con el Ministerio de Cultura y otras entidades, hubo eventos como el Taller de Pitch Documental, el Taller de Crítica Cinematográfica, la Videoteca y los Encuentros Internacional de Productores y Nacional de Festivales de Cine. Además, se realizaron conversatorios y foros con directores, actores y productores en diferentes universidades y en barrios populares de Cartagena, que ampliaron la cobertura del FICCI y lo llevaron más cerca de la comunidad local.
Hay que destacar que dentro de la programación excelente, se presentaron varias películas que captaron también la atención de los públicos infantil y juvenil, como la colombiana “Los colores de la montaña”, que ofrece una visión novedosa del conflicto armado; o la mexicana “Asalto al cine”, que muestra la vida de cuatro jóvenes, quienes tienen que soportar sus dramas familiares diferentes, pero siempre mantienen su amistad.
En resumen, hay que otorgar un aplauso cerrado a los organizadores del FICCI en su edición 51.
El único lunar del evento, que debería ser replanteado seriamente, fue la entrega de premios India Catalina a lo mejor de la televisión colombiana, aunque esta actividad no tiene casi nada que ver con el resto del Festival, porque se organiza casi de manera independiente.
Fastidiaron el costo alto de las boletas, las molestias que soportaron los espectadores, confinados desde las 5 de la tarde, para ver obligatoriamente preámbulos insoportables del evento central, como la imitación burda de la alfombra roja de los premios Oscar, donde una presentadora aburrida les preguntaba a todos los que llegaban quién le había hecho el vestuario, para pedirles luego “dar una vueltica” frente a la cámara, a lo que muy pocos accedieron.
El espectáculo central fue igual de bochornoso, con un animador desabrido y a veces agrio, una presentación monótona e inconclusa del cantante Santiago Cruz, y el libreto absurdo con chistes igual de absurdos.
Muchas sillas vacías por el precio y el poco atractivo de la velada y un evento que no armoniza con un Festival de Cine que este año tuvo calidad, seriedad y una variedad de actividades en toda Cartagena.

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