Editorial


Basuras, un paradigma asqueroso

Después de varios de días de limpieza tan “a fondo” que los trabajadores rasparon todos los canales de desagüe del Mercado de Bazurto, aparecieron ayer en la mañana pilas enormes de basuras frescas sobre el espacio público. Para quienes usufructúan el inmueble todo seguirá igual. La suciedad es el status quo aceptado. El concepto mismo de lo que es basura y de cómo se crea y se debe manejar está ausente de las mentes de quienes laboran en Bazurto, que a su vez reflejan la actitud de la mayoría de la población de Cartagena, y que sorprendentemente, llega a permear hasta los estratos altos. Entre nosotros prima la idea de que para cualquier actividad, la basura que vaya surgiendo se va amontonando, para que una vez concluido el proceso, y sólo entonces, se recoja toda en un acto final y magnánimo de aseo. Mientras tanto, si el trabajo dura veinte segundos o veinte días, a la gente le parece normal vivir entre el detritus. Este paradigma inconveniente se repite no sólo en el mercado de Bazurto, sino en la vida diaria de gran parte de los ciudadanos. Cuando la mayoría de la gente cocina, por ejemplo, va apilando las ollas, sartenes y demás utensilios que ensucia dentro del lavaplatos (cuando las cosas van bien) y los desperdicios de los alimentos en alguna pilita. Sólo cuando se ha concluido la labor de cocinar, y a veces de comer, se comenzarán a lavar los “trastos” utilizados, incluidos los platos. Este puede parecer un comportamiento pragmático, pero es parte principal del paradigma local con respecto a la basura, en el que una actitud de falsa eficiencia -y a veces de economía- sirve para que justifiquemos apilar los trastos sucios o cualquier otra clase de basuras hasta el “gran final”. Por ejemplo, vemos pilas de escombros y detritus en las puertas de las casas en obra, y pueden durar allí varios días, semanas o meses, sin que sus “productores” sientan que deberían disponer de ella, porque aún no han terminado. O vemos taruya amontonada en los paseos peatonales y orillas de los cuerpos de agua, hasta que haya la cantidad “suficiente” como para que valga la pena enviar un camión a recogerla. Con la propia ciudad pasa algo parecido. A los sitios más afortunados, como el Centro, los limpian todos los días, pero hay personas que creen que está bien irlo ensuciando durante el día, porque será barrido al día siguiente. Lo que debería imperar, por supuesto, es que se limpian las cosas a medida que se ensucian, y así todo estará limpio siempre. Esta es la regla de oro que se debería enseñar en casas y colegios para la vida diaria, y que también deberíamos usar para ser considerados con el prójimo. Mientras tanto, las pilas de basuras en el espacio público de Bazurto o de cualquier otra parte serán la equivalencia, guardadas las proporciones, de las cáscaras de plátano, yuca o cebolla, amontonadas hasta el “final” junto con los trastos sucios en las cocinas de los estratos más altos.

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