La Gobernación de Bolívar emitió un comunicado ayer anunciando “Prevenciones para contrarrestar efectos del ‘Fenómeno de La Niña’ en municipios costeros bolivarenses”, pero a pesar del título, el contenido también se ocupa de municipios ribereños en el interior del Departamento, lejos de sus costas, pero en la orilla de ríos caudalosos y cuerpos de agua voluminosos, todos con capacidad demostrada para inundar pueblos y ahogar cosechas. Las primeras medidas que se tomarían emergieron de una reunión entre diversas autoridades convocadas por el secretario encargado del Interior del Departamento, Edgar Larios Redondo, ya que las lluvias causadas por La Niña serían copiosas y se prolongarían hasta mediados de diciembre, con un veranillo de San Juan que será “muy corto”, según las autoridades. Larios exhortó “a los alcaldes municipales a presentar de manera oportuna los planes de contingencia local para que el Comité Departamental (de Atención a Desastres) haga las sugerencias” y “presente los ajustes respectivos y se gestionen los recursos para atender posibles emergencias en poblaciones vulnerables.” Leyendo entre líneas, 2010 será otro año de viviendas bajo agua, de maizales y demás cultivos ahogados, de personas encaramadas en zarzos improvisados dentro de casas y ranchos, de evacuación de barrios enteros en poblaciones ribereñas, de la repartición un poco inocua de colchones y cobijas, de distribución de alimentos a los desposeídos, de sacos de arena tratando de atajar crecientes enormes, en fin, se repetirán escenas dolorosas que ya hemos vivido varias veces por cuenta de las lluvias en el campo bolivarense. Todas las medidas propuestas por Larios son bien intencionadas y mejor que nada, pero serán pañitos de agua tibia para una enfermedad mortal, porque la verdadera prevención a lo que podría suceder no se resuelve con una reunioncita y un comunicado de prensa, sino con una verdadera política de previsión que incluya al Gobierno Nacional, a Cormagdalena, a los ministerios de Ambiente y Agricultura, a Cardique y por supuesto, a la Gobernación de Bolívar. Ya deberían estar construidos los camellones ribereños adecuados para proteger los pueblos contra las crecientes de las ciénagas (recuerden a Soplaviento), los terraplenes para proteger las cosechas y las carreteras rurales, dragados los caños de desagüe, en fin, esa sí sería la verdadera prevención contra los desastres de la lluvia. Y como siempre andamos a la defensiva con criterio cortoplacista y politiquero, no tenemos tiempo ni interés para sacarle provecho a estos años de mucha lluvia, por ejemplo, haciendo embalses grandes en las cuencas alrededor de Cartagena y en los Montes de María para almacenar el agua que sobrará, y convertir lo que es una tragedia en una bonanza para el campo y la ciudad mediante grandes presas para irrigación. Ser subdesarrollados no es solamente ser pobres en dinero, sino pobres de espíritu y de visión de plazo largo, y por eso estamos condenados a repetir una historia vergonzosa de “emergencias” que no son tales, sino imprevisiones permanentes de sucesivos gobernantes que se ocupan de todo, menos del bienestar de la población.
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