Editorial


Buenas propuestas del Concejo

El ruido es uno de los peores flagelos que soportan los cartageneros. Muchos están inermes ante los abusadores de los equipos de sonido caseros orientados para que los oiga todo el barrio, en vez de respetar el descanso del vecindario. Igual sucede a bordo de los buses de servicio público, en algunos carros privados y por supuesto, con los picós.
Aún hay personas que creen que por estar en su casa, pueden encender el equipo de sonido a todo volumen, como si el ruido también se quedase dentro de la casa y no invadiese la privacidad de la ciudadanía.
Reconforta entonces que los concejales Duvinia Torres, César Pión, con el apoyo de David Múnera, propongan el día sin ruido; y Cartagena Verde, el día del reciclaje. Ambas son iniciativas necesarias para concientizar a la ciudadanía, pero hay que ir más allá.
En primer lugar, hay que hacer cumplir religiosamente las normas sobre decibeles establecidas por Minambiente. No son las mejores ni tienen límites suficientemente bajos, pero se puede comenzar por ellas. Y no basta que estos programas se emprendan en Cartagena y su área metropolitana, sino que deben extenderse a todo Bolívar, una iniciativa que el Gobernador con seguridad apoyaría si se la propone la Asamblea, y viceversa.
El abuso del ruido que ocurre en Turbaco y los demás pueblos del norte de Bolívar es injustificable, pero a pesar de tener ahora algunos alcaldes mucho mejores que los anteriores, elegidos para “desfacer entuertos”, nada han hecho en este sentido. Cuando se habla de incrementar la calidad de vida, muletilla favorita de los políticos y autoridades, solo se mencionan inversiones millonarias en obras de infraestructura, y poco o nada se dice del ruido, que aniquila la calidad de vida.
Acabarlo requiere determinación y pedagogía con los recursos humanos y físicos que ya existen –policía y escuelas- y solo falta la voluntad de los alcaldes para tomar en serio esta amenaza a la salud pública y a la tranquilidad ciudadana. Permitir el ruido de los equipos de sonido y de otras fuentes evitables y prevenibles es reafirmar la cultura de la jungla, en donde solo es libre el más fuerte. Este es un mensaje peligroso para una sociedad violenta y violentada, muchos de cuyos asociados lo trasladan a otras actividades mucho más peligrosas y nocivas para el procomún.
Los concejales, aliados con el sector privado, podrían diseñar un premio de tecnología del sonido para quien desarrolle equipos y picós verdes, cuyos parlantes sean muchos y muy pequeños, en vez de pocos y monstruosos. Además de acabar con los oídos de la gente, estas torres enormes en uso ahora embrutecen a quienes se someten a su barullo insoportable.
Y el reciclaje tiene que dejar de ser un eslogan hueco para convertirse en una práctica diaria. Cartagena Verde no es una iniciativa optativa, sino obligatoria para no seguir ahogándonos en la basura. El reciclaje no se debe hacer porque es políticamente correcto, sino porque también es indispensable para mejorar la calidad de vida.
Ojalá los concejales proponentes de estas iniciativas, con la ayuda de sus colegas, las lleven hasta el final sin desfallecer.

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