Editorial


Caminos de vergüenza

Lo exiguo de los kilómetros de vías pavimentadas en Bolívar y el precario, por no decir que nulo mantenimiento de las pocas existentes, son vergüenzas que arrastramos, un lastre para el progreso de una región rica, que clama a gritos su reivindicación, sin que los poderes públicos nacionales o regionales den muestras de preocupación por una situación tan ignominiosa. Desde que con el impulso de la administración del gobernador Manuel F. Obregón, se planeó y construyó la Carretera Troncal de Occidente en territorio departamental, para articular en gran parte el entonces disperso territorio que incluía a los hoy departamentos de Córdova y Sucre, la planeación y ejecución de un Plan Departamental de Vías ha sido uno de los aspectos olvidados, de entre otras tantas y casi que totales falencias que enmarcan a Bolívar como prototipo del “Estado Fracasado”. Las conexiones viales del territorio departamental que no sean parte de una troncal o transversal nacional son rarezas, en cuya construcción, como siempre, se ha destacado la ausencia descarada e indiferencia de las administraciones departamentales de Bolívar. Caso especial dentro de éste rosario de ignominias es el estado vergonzante de la carretera Troncal de Occidente y de manera especial, los tramos que cubren los Montes de María en Sucre y Bolívar, que han transformado a esta vía en una carretera de muerte por la que -peajes incluidos- es muy fácil llegar al más allá. Al estado de pena que presenta el estado físico de ésta importante arteria vial nacional, se suma ahora el peligro del incumplimiento por parte de transportadores y conductores y el poco control por parte de las autoridades, del Decreto 1.609 de 2002, que regula el transporte de sustancias peligrosas y de manera especial, los requisitos de transporte y vehículos de carga destinados a tal propósito. Lo ocurrido éste fin de semana en San Juan Nepomuceno es una campanada, que se suma a otras dadas por esa vía en los últimos tiempos, de lo que puede ser una tragedia de proporciones incalculables, como la que ya se vivió en una barriada de San Juan Nepomuceno, allende a esa carretera, hace pocos meses. Se requiere gestión ante los poderes centrales para la terminación y construcción de vías; buen ejercicio de las competencias territoriales para optimizar la utilización de los recursos propios y transferidos; cumplimiento estricto de la normatividad en transporte terrestre y control a los concesionarios de vías como la Troncal de Occidente, para quienes el mantenimiento adecuado y oportuno de esa carretera debe dejar de ser un Rey de Burlas contractual, plasmado en la letra muerta de una concesión que parece ocuparse más del mantenimiento de un negocio rentable, que de un servicio público indispensable. Del interés que manifiesten las autoridades y clase dirigente de Bolívar está el que vergüenzas y calamidades inminentes, como las ya enunciadas, puedan ser parte del pasado.

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