Editorial


Canal del Dique, obra reina

En medio de la efervescencia de las reinas populares y de las del Concurso Nacional de Belleza, ha pasado un poco desapercibida una noticia vital para Cartagena: el Canal del Dique obtuvo un segundo aire después de la reunión de Junta Directiva de Cormagdalena el jueves por la noche, en la que se le autorizó incorporar un otrosí que permite hacer las obras que necesita esa vía fluvial. El objetivo principal de los trabajos es reducir la entrada de sedimentos del Río Magdalena a la Bahía de Cartagena, cuyos efectos son nefastos. En primer lugar, están causando la deltificación del Canal dentro de la bahía, amenazando sus condiciones naturales de puerto. Y luego, los sedimentos afectan el ambiente marino hasta el extremo de cambiarle la naturaleza de cuerpo de agua salada a la Bahía, con todas las consecuencias traumáticas para su flora y fauna. Por otro lado, los sedimentos se aliaron con el blanqueamiento de los corales (por la mayor temperatura del mar), para eliminarlos en muchos de nuestros arrecifes, incluidos los de las Islas del Rosario, y por supuesto, los de la propia Bahía, ya casi desaparecidos. La solución rebuscada propuesta por la Universidad Nacional, consistente en tres estrechamientos de piedra para reducir el caudal, resultó imposible de construir porque el suelo en los bordes del lecho del Canal se hubiera tragado todas las rocas que le echaran, sin permitir configurarlos. Aparte de esa inviabilidad, la solución a la que nos habíamos resignado era absurda porque limitaba la capacidad de navegación del Canal al estrecharlo, y además, costaba muchísimo dinero ese capricho del ex ministro de Transporte y sus amigos contratistas de la Universidad Nacional. Menos mal que se cumple el adagio de que “no hay mal que por bien no venga” porque no sólo se le evitó al Canal del Dique que lo emascularan como vía de transporte fluvial, sino que el presupuesto de los enroques fallidos alcanzará para las soluciones probadas que ya se habían estudiado y propuesto por tres compañías distintas: la Compañía del Ródano, el Cuerpo de Ingenieros de los Estados Unidos, y Haskoning, de Holanda. Estas tres entidades sí saben lo que hacen porque han manejado ríos de verdad, y no sólo los de las simulaciones en las pantallas de los computadores. El ministro de Transporte, Germán Cardona, solicitó “celeridad” para los trámites ante las distintas entidades, incluido el ministerio de Ambiente, para que se puedan definir y ejecutar las obras que se harán ahora, que tendrán que ser una combinación de esclusas y de estructuras que distribuyan agua a los complejos lagunares aledaños al Dique. No se necesitarán muchos estudios más, ya que las soluciones principales están planteadas y el presupuesto –ahora que no se construirán las tres murallas de la obstinación-, alcanzará para la obra reina de Cartagena, que no se pudo ver siquiera iniciada durante los dos gobiernos en que Andrés Gallego encabezó el Ministerio de Transporte.

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