Editorial


Cartagena atenazada

La situación de la Costa Caribe en el gobierno de Santos no es buena. Varios editorialistas de la región reclaman la falta de gente del Caribe en cargos altos en su gobierno, salvo el ministro de Desarrollo, Sergio Diazgranados.
Edmundo López Gómez enfatizó en su columna del martes pasado en El Universal, que no hay una sola vía para esta región en los planes del Ministerio de Transporte dentro del paquete de 3,6 billones de pesos, que invertirán en las del interior. Al igual que López Gómez, no nos dolemos de que el resto del país tenga vías nuevas, sino de que al Caribe le nieguen las indispensables para los TLC que Colombia está firmando.  
Y si la suerte de la región es difícil, la de Cartagena es apremiante; si en el gabinete de Santos no hay sino un caribe, de Cartagena no hay ni un portero.
Las inversiones destinadas a quitarle al Caribe la carga del Triángulo de Oro, y especialmente a Cartagena, van a toda marcha mediante las dobles calzadas entre Santa Fe de Antioquia y Turbo, que reducirán el trayecto al Caribe en más de 300 kilómetros. Así se envía el mensaje de que no habrá énfasis en relocalización industrial de las empresas del interior hacia este litoral.
El puerto de Cartagena necesita el nuevo canal por Varadero para los barcos del Siglo XXI. Apremian más aún las obras en el Canal del Dique, no sólo para ser competitiva, sino para salvar el puerto de la sedimentación que le ocasiona este brazo artificial del río Magdalena a nuestra bahía. Cada día se desmejoran sus condiciones portuarias y las ambientales de los parques naturales aledaños (Rosario y San Bernardo).
Pero ya se nota que a las obras del Dique se les seguirá buscando peros, con el fin de aplazarlas o no hacerlas. Quitarle el sedimento a la bahía de Cartagena tiene enemigos en Barranquilla, con el argumento de que éste iría a parar a Bocas de Ceniza, empeorando la situación de ese puerto. Y por casualidad, Cormagdalena, de quien dependen en buena parte las obras del Dique, ahora está en manos barranquilleras, y el Fondo de Adaptación, entidad que las ejecutaría, también. Mientras tanto, Barranquilla planea su puerto de aguas profundas.
El liderazgo de Barranquilla, con todo el derecho y capacidad que tiene para ejercerlo, también habla de convertirla en el centro logístico de los TLC. Y pretende que su aeropuerto, a más de dos horas del de Cartagena, sea el “hub” (eje aéreo) del Caribe colombiano, a menoscabo del turismo y tráfico aéreo mayoritario de aquí. Es decir: Barranquilla, capital del Caribe colombiano, no como ciudad complementaria, sino como principal y dominante.
La falencia no es de Barranquilla ni de Turbo, que sí tienen planes estratégicos, sino de una Cartagena indolente, sin visión ni rumbo colectivo y sin liderazgo público y privado, que la defienda y promueva. Algunos entes gremiales están en manos foráneas, a quienes poco les duele la ciudad, mientras la politiquería se sigue dedicando a sus propios intereses.
Cartagena tiene que desarrollar nuevos liderazgos para no perecer engullida por otros, o peor, por su propia incompetencia.   

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