La informalidad prospera por todos los motivos conocidos: la falta de empleos formales en cantidad suficiente; la falta de autoridad y su contracara de impunidad casi garantizada; la tramitomanía excesiva que requiere la formalidad; y el irrespeto por las instituciones, producto de los factores anteriores y de muchos más, incluidas la politiquería y la corrupción.
Uno de los sectores más afectados por la informalidad es el del transporte. En Cartagena se dice que hay más de 50 mil motos, la mayoría dedicadas al transporte ilegal de pasajeros, es decir, al mototaxismo. Pero no son los únicos vehículos en este negocio: están los camperos destartalados que le dan la vuelta a La Popa por sus barrios y vericuetos, y que ya se expanden a otros lugares de la ciudad, y también los taxis colectivos, los más recién llegados a la piñata del transporte ilegal de personas.
La informalidad está tan imbuida en la psiquis de la ciudad, que ocurren casos aberrantes. Por ejemplo, desde antier los conductores de los vehículos camperos colectivos de transporte ilegal antes mencionados –es decir, aquellos que son utilizados para fines distintos a los autorizados por la ley-, anunciaron un paro para hoy porque alegan que el DATT los está “persiguiendo”.
La mayoría de estos camperos violan todas las normas, además de ser utilizados para fines distintos a los autorizados: no tienen certificado de revisión tecnomecánica, los seguros no están al día, andan con sobrecupos innegables y grotescos, recogen y dejan pasajeros en cualquier parte, y el comportamiento de sus conductores los hace inseguros para ellos, los usuarios y para terceros.
La protesta se debe a que el DATT adelanta una campaña en la ciudad que involucra a todos los vehículos, particulares y públicos, para comprobar que cumplan con las normas mínimas para circular, y ha inmovilizado ya más de 150 vehículos en unos 10 días, varios de ellos de los transportadores ilegales.
También hay que decir que los camperos resuelven una necesidad de la gente que vive alrededor de La Popa y en sus faldas, ya que de las 46 busetas formales autorizadas en 2008 solo hay 13 en la ruta, según el DATT, aunque fuentes de El Universal dicen que apenas circulan 8. A la vez, los camperos llegan a áreas donde no lo hacen los buses. Por su parte, los transportadores formales dicen que no tienen más vehículos en estas rutas porque la competencia desleal de las motos, camperos y taxis colectivos ilegales, sumados a la inseguridad, las hace ruinosas.
La solución es obvia: que el DATT haga cumplir la ley; que los transportadores formales cubran las rutas según sus compromisos; y que la Policía garantice la seguridad de las busetas formales. Si cada uno hace lo suyo, el problema se resolvería enseguida.
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