Editorial


Cartagena la sucia

Cartagena está sucia, no siempre porque no la limpien, sino porque no dejan de ensuciarla.
La renovada y recién estrenada Plaza de la Aduana tiene adheridas a sus adoquines tiras de papel de algún evento pasado, además de manchas negras en distintos lugares, cuando debería estar resplandeciente porque es nueva y está frente a la alcaldía de Cartagena. Si eso sucede ahí, ¿qué se puede esperar del resto de la ciudad?
Lo que le ha pasado al Camellón de los Mártires es vergonzoso e inexcusable. Recién restaurado, lo cuidaban un par de agentes de la Policía las 24 horas, pero dejaron de hacerlo y las consecuencias están a la vista. De noche se convierte en propiedad de los habitantes nocturnos, cuyo civismo se va degradando hacia la madrugada, cuando queda en manos de drogadictos ávidos de vender pedazos de marmol para financiar su vicio.
Su vecino, el Parque del Centenario, tiene meses de atraso, aunque el secretario de Infraestructura le dijo a El Universal que pronto recomenzarían los trabajos, ya que obras imprevistas de bombeo requerían financiación adicional, aprobada en la ya lejana época de la Navidad y los aguinaldos, aunque no entendemos el porqué de la demora. Allí también comienzan a botar basuras, aprovechando el desorden.
Las demás plazas renovadas, la Benkos Biojó y la Joe Arroyo, van poco a poco por el mismo camino y por las mismas causas. Aunque la mayoría de la gente las cuida de día y a pesar del intento permanente de convertirlas en parqueaderos informales por el siempre ubicuo cartel del trapo, de noche y hasta el amanecer pertenecen al inframundo de Cartagena. Si se las deja solas, serán tierra de nadie en poco tiempo.
Pero Cartagena no es solo el Centro Histórico, y mientras más lejos se está de él, mayor es el sucio.
Las entradas a Cartagena, especialmente por la Troncal de Occidente, están atestadas de basuras que nadie recoge. Irresponsables de barrios y pueblos aledaños las botan a la vera de la carretera entre Arjona, Turbaco y la entrada a Cartagena.
Las áreas verdes de los puentes aledaños al cementerio de la Arquidiócesis dan vergüenza a todos menos a quienes botan las basuras allí y a las autoridades que deberían recogerlas. La vegetación está prostituida por la proliferación de plásticos, la maldición ambiental del siglo XX y al parecer, del XXI.
A los manglares invadidos de la vía del Mar entre La Bocana y la entrada a Tierrabaja no les va mucho mejor, aunque el detritus no se note tanto por la altura de la carretera.
El problema no es solo de esta administración, sino una tara cultural superable solo con educación, pero también con mejores servicios de aseo y mucha autoridad.
El aseo es uno de los retos mayores de Cartagena.

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