Editorial


Cartagena y Palenque

Este sábado habrá un acto protocolario en Palenque, la población paupérrima que en esa suerte de las divisiones municipales vino a quedar pegada al municipio de Mahates, y que con el pasar de los siglos perdió importancia estratégica en el norte de Bolívar. Cabe preguntarse, entonces, cuál es la importancia de un acto protocolario que busca hermanar dos divisiones político-administrativas, a las que podríamos decirles madre e hija, y que siempre han estado hermanadas no por un simbolismo ceremonial, sino por la historia propia de una ciudad que fue, durante casi tres siglos, el mayor puerto negrero en América. Según los expertos, los hermanamientos tienen sus raíces en la Edad Media, en donde pueblos, villas, ciudades, ducados y principados buscaban integrar y proteger los intereses comunes y afines entre las partes a hermanarse. Con ello se defendían tierras, convenios, transacciones económicas, así como las identidades y riquezas culturales. Pero, lastimosamente, los hermanamientos modernos se vienen tomando más como una “moda” de gobiernos que buscan, con el acercamiento diplomático, no pasar desapercibidos en el período administrativo que les ha tocado en suerte y en ciudades de grandes legados históricos, raizales y patrimoniales. Eso, en vez de tomarse como una herramienta válida para lograr políticas de largo aliento, o de desarrollo sostenible, que abran posibilidades de crecimiento económico y redunden en beneficios congruentes para las comunidades hermanadas. Palenque, por su parte, está estudiada y manoseada por muchos organismos, personajes y personas, pero poco ha cambiado allí como resultado del interés y curiosidad que despierta el pueblo. Sus problemas saltan a la vista: pobreza, desatención, necesidades básicas insatisfechas... tal y como los padecen las comunidades palenqueras que habitan algunos barrios pobres de Cartagena, como Nariño y parte de San Fernando, de donde surgió la pléyade de deportistas y músicos que han mostrado las fortalezas de los hijos de esa tierra, pero criados en la ciudad. Una visión para tener en cuenta es que dentro de los cánones de un hermanamiento no deben confundirse ni mezclarse la cooperación exclusivamente económica y asistencialista de los entes territoriales, con las acciones de intercambios mutuos en el orden cultural, económico o social. Bueno sería que el Consejo Comunitario Makankamana de San Basilio, la Fundación Palenque Libre, Asjopa, el consultivo Departamental de las comunidades negras, el Consejo Comunitario Akuapalenque, los consultores que representan a Palenque en este proceso, así como el Distrito, vean más allá de los objetivos trazados en el corazón de esta hermandad. Que sea más un acto estimulante para redescubrir maneras de producción y crecimiento en el orden social, cultural y económico que un simple slogan para reafirmar un rótulo esclavista perdido en los siglos coloniales. Palenque ha estado anidado y hermanado en Cartagena en sus épocas diversas, a través de los cocheros y las vendedoras de frutas. Por ello, creemos que este proyecto, más que “para la foto”, debería servir de punto de partida para logros grandes.

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