Editorial


Chávez, conciliador en Santa Marta

La reunión entre Juan Manuel Santos y Hugo Chávez en Santa Marta removió los obstáculos que dificultaban el restablecimiento de las relaciones diplomáticas de Colombia y Venezuela, y con éstas las comerciales. Pero la reanudación de esas relaciones en medio de frases altisonantes de ambos presidentes, invocando la hermandad histórica de ambos pueblos y ratificando la voluntad mutua para restaurar su amistad, no significa que se resolvieran todos los problemas que originaron la ruptura. Chávez y Santos se saludaron efusivamente en Santa Marta, el primero ataviado con una chaqueta patriótica que tenía los colores de las banderas de ambos países, y el segundo con la ropa conveniente para el clima recio del Caribe. Ambos se mostraron optimistas y lanzaron frases de fraternidad, sonrieron y con actitud amable, entraron a la Quinta de San Pedro Alejandrino, lugar emblemático para ambos, pero especialmente alegórico para Chávez. Nadie discute que de las batallas verbales entre Chávez y Uribe a la amigable reunión de ayer hay un trecho enorme, pero no basta con que los dos presidentes aceptaran reanudar relaciones, para que los desencuentros se acaben. El punto crucial son los guerrilleros colombianos en Venezuela, que el gobierno de Uribe denunció ante la OEA y que desató la ruptura de Chávez. Su negativa a reconocer esa presencia, reiterada ayer por el presidente Chávez, no augura avances significativos, a pesar de que ayer también se comprometió a combatir los grupos armados ilegales y terroristas que crucen a su territorio. El domingo pasado, en su programa Aló Presidente, y de nuevo ayer desde Santa Marta, Chávez exhortó a las Farc a buscar la paz con la liberación de todos los secuestrados, y les dijo que no tenían futuro por la vía de las armas, lo que en cierta manera significa que para él, no se trata de terroristas, sino de luchadores por la justicia social equivocados de método. Se necesita algo más que esas exhortaciones de Chávez para que los colombianos respiremos tranquilos, con la seguridad de que desde el vecindario no se conspira en contra nuestra. Santos debe tener presente un caso paradigmático, que emergió por cuenta de la modelo Naomi Campbell: el del ex presidente de Liberia, Charles Ghankay Taylor, juzgado por crímenes de guerra en La Haya, debido a que se sospecha que abasteció con armas y municiones a los rebeldes del Frente Revolucionario Unido (FRU) del país vecino de Sierra Leona, en un conflicto que dejó 120.000 muertos y miles de mutilados. Descendiente de la tribu gola y de los primeros esclavos libertos estadounidenses, Taylor soñaba con la “Gran Liberia”, una comunidad de las naciones vecinas guiadas por su “ideología” grandilocuente y populista. Por eso vendió armas a los guerrilleros de Sierra Leona a cambio de los “diamantes de sangre”, responsables de cientos de masacres en África. Es mejor conciliar que pelear, pero sin descuidar los movimientos de quien ha mostrado aspiraciones caudillistas más allá de sus fronteras. Por lo pronto, hay que creer en las afirmaciones de Chávez, invocando la hermandad de Venezuela y Colombia, basada en el respeto mutuo.

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS