Editorial


Comida y letras contra la pobreza


Hace unos tres años, decidió fundar en la zona norte de Lima una escuela de culinaria, cuya sede fue levantada en un sitio llamado Pachacútec, que no tiene formalmente agua potable ni energía eléctrica, ni cuenta con los servicios mínimos de educación y salud, y las actividades económicas de sus habitantes no tienen el impacto necesario como para salir de la pobreza.
Acurio reclutó a grandes chefs, como el catalán Ferrán Adriá, para que enseñen a cocinar en esa escuela, a la que asisten muchos de los habitantes pobres de esta región del Perú, pagando una mensualidad muy baja.
Uno de los alumnos de la escuela, Daniel Ramón, es hijo de una empleada doméstica y fue entrevistado recientemente por la agencia de noticias Associated Press (AP), que publicó un extenso reportaje sobre este proyecto. A sus 22 años, él está convencido que como cocinero tendrá más opciones de obtener un buen trabajo, y con un salario satisfactorio.
Aunque el proyecto de Acurio no eliminará la pobreza graduando chefs renombrados, tendrá un efecto importante en la creación de pequeñas economías, integrando a cocineros que fundaron pequeños restaurantes, cultivadores y pescadores.
Indirectamente, además, ha logrado la puesta en marcha de iniciativas que buscan rescatar las mejores tradiciones de la cocina peruana, que tiene raíces indígenas y gran influencia europea, africana y asiática, caracterizada por usar un gran número de ingredientes los frutos del Océano Pacífico.
Esta iniciativa que la AP se ha encargado de hacer conocer en todo el mundo tiene una particularidad: ha logrado inspirar a funcionarios gubernamentales, ONG y habitantes de Cartagena, para impulsar aquí otro proyecto culinario, que tiene también un componente educativo con la alfabetización de muchas cocineras populares que recibieron de sus antepasados los secretos de exquisitos platos de arraigo popular.
El libro “Cocina criolla cartagenera de veddá veddá”, una obra colectiva que reúne recetas típicas. Hombres y mujeres del pueblo, que aprendieron durante su vida a cocinar, en fogones leña y estufas de carbón, delicias irrepetibles en otras geográfica, también aprendieron a leer y escribir, y para demostrarlo, escribieron las recetas de sus platos preferidos.
Como el hermoso proyecto del chef Gastón Acurio, el proyecto educativo y culinario de Cartagena, que la Alcaldía ha desarrollado junto con la Fundación para el Desarrollo Social Transformemos, merecería también un amplio despliegue de las agencias internacionales de prensa.
Es posible que muy pronto, estos maestros de la cocina que muestran orgullosos su nuevo saber, ofrezcan delicias culinarias verdaderamente cartageneras, como el filete de pescado en leche de coco o el bocachico salado con habichuelas, en sus propios restaurantes, sencillos pero llenos de sabor, para que propios y visitantes, a la par que se deleitan, contribuyan a hacerlos salir de la pobreza.

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