Editorial


Conducir, asunto de educación

El Distrito despliega una actividad en el control de la movilidad que comienza a ser notoria. En el caso de peatones, al consolidar el espacio público recuperado por la administración pasada, al seguir trabajando en nuevos despejes y al estudiar el uso racional de las áreas comunes; y también le trabaja a la movilidad en las vías.
La movilidad vial tiene dos componentes principales: calles en buen estado y bien señalizadas, y control de las autoridades para que no las obstaculicen los conchudos de siempre, unos porque se aparcan donde no deberían hacerlo, otros porque reducen la velocidad o paran en cualquier parte para hablar por celular, o bien recogen a algún pasajero.
La Alcaldía anunció la repavimentación de la avenida Santander antes de la Cumbre de las Américas, una noticia excelente para los habitantes de la ciudad, que merecen rodar por calles buenas, y por supuesto, para un mayor éxito de este evento tan importante para Cartagena y para el país.
También reparcheó la calle del Arsenal, obra que deja mucho que desear, como lo dijo el propio alcalde Terán, pero al menos fueron tapados los cráteres y se rueda por allí de manera fluida cuando el control policial impide los desmanes de los inconscientes que se parquean en doble hilera, como si tuvieran derecho a obstaculizar la vía. Ojalá se consiga presupuesto cuanto antes para hacerla nueva, pero mientras tanto, está mucho mejor.
Resuelto el problema de la inmovilidad por estar las vías malas, queda intacto el problema más gordo: la actitud de la gente, tanto peatones como conductores de vehículos públicos y privados.
La mayoría de los conductores de la ciudad y del país son casi autodidactas del volante, limitándose a aprender a echar el vehículo hacia adelante y hacia atrás, y a saberse las dos reglas “de oro” en la jungla del tráfico local: respetar las señales de parar solo si no se ve venir a alguien, y saber que quien estrella por detrás paga la cuenta. De ahí en adelante todo se vale.
Y luego hay otros conductores de estratos altos, muchos viajados y “cultos”, que en otros países son ejemplos de civismo y de acatamiento a las normas de tránsito, pero aquí se sienten demasiado importantes para seguirlas. 
El caso de los motociclistas, sin embargo, es el peor. Según Candelaria del Río, directora de Educación Vial del Departamento Administrativo de Tránsito y Transporte de Cartagena (DATT), “De cada 100 motociclistas que circulan en Cartagena solo 3 ó 4 saben manejar realmente este tipo de vehículos” (ver página 5A).
Como también dice del Río, el problema es de ignorancia de las normas. Y de la lógica detrás de ellas, añadimos nosotros. La funcionaria adelanta campañas didácticas aleatorias en las vías, pero el vacío de educación vial requiere mucho más que eso: que todos los conductores, al menos los infractores, además de pagar la multa, se ganen sus licencias de conducción con exámenes prácticos y escritos. Y si no los pasan, no se debería permitir que manejaran.

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS