Editorial


De muy mala gana

Esta semana ha sido de disturbios y protestas en Bolívar, y Malagana, pueblo sobre la Troncal de Occidente entre la Cruz del Viso y el desvío para Mahates, hizo su segunda protesta en pocos días, interrumpiendo el tráfico y destrozando los vidrios de varios de los vehículos atrapados en el trancón.
La queja de los malaganeros es entendible, pero su comportamiento no. Sienten que el Estado ignora su solicitud de construir reductores de velocidad en el tramo de la Troncal que pasa por el pueblo porque temen accidentes por la velocidad de las tractomulas y demás vehículos.
Las casas sobre la Troncal en el perímetro urbano de Malagana no respetan el retiro reglamentario del eje de la vía, como también ocurre en la mayoría de los pueblos del Caribe colombiano, que como dijimos en fecha anterior, convirtieron los hombros de la carretera en aceras peatonales, parqueaderos y sitio de comercio.
El Gobierno ha dicho varias veces que aprovechará el desastre del invierno pasado para reconstruir la infraestructura de carreteras del país haciendo megaobras. Una vez hechos los estudios de circulación y demás, las vías de Colombia serán mucho mejores que antes de que las dañara la lluvia.
Quizá también sea el momento de que el Estado se “dé la pela” de comprar las franjas de casas demasiado próximas a las vías en todos los pueblos, para expandirlas con más carriles y dejarles también espacios generosos en los hombros, eliminando el apiñamiento de viviendas cercanas al tráfico.
Donde sea posible, se deberían construir ramales que le saquen el cuerpo a los pueblos, como ya se hizo hace más de 50 años, pero entonces sin impedir que edificaran sobre los márgenes de las entonces llamadas “variantes”, la mayoría de las cuales sucumbieron a la urbanización y son ahora arterias de muchas de las poblaciones en las orillas de las carreteras.
La protesta más reciente de Malagana no se quedó en eso, sino que ayer habían construido a sus expensas cuatro reductores de velocidad de concreto sobre un carril entre el puente del arroyo de Toro y la intersección para Mahates, y se disponen a construirlos a partir de hoy sobre el carril restante, según le contaron a El Universal algunos lugareños.
Quizá reductores no es el nombre que los describe, sino “destructores”, porque además de carecer de señalización para prevenir a los conductores, su altura y consistencia anti técnica los convierte en un peligro para los vehículos, y sobre todo, para los propios habitantes, que ahora podrían tener aparatos de todo tamaño accidentándose sobre las propias viviendas, siendo el remedio peor que la enfermedad.
Aunque el vandalismo en Malagana no tiene excusa ni debería ser pasado por alto, nuevamente la desidia estatal hace que la gente tome las vías de hecho, literalmente hablando en este caso.
Invías, aunque está exigida al máximo por los problemas en todo el país, necesita que su representación local deje la mala gana para prevenir situaciones, antes de que se conviertan en tragedias.

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