Editorial


De Virginia, a Montes de María

La prohibición de fumar para salvar la salud gana cada vez más terreno, a pesar de los esfuerzos de las compañías tabacaleras de atrapar cada vez a más jóvenes en este vicio, a medida que su clientela mayor desaparece.
Prohibir el cigarrillo no es un movimiento moderno. Tiene antecedentes, usualmente por razones “morales”, cuando el tabaco se asociaba con estilos de vida “licenciosos”, o porque fumar era peligroso en las edificaciones de madera de antaño.
Según Wikipedia, una de las prohibiciones más tempranas ocurrió en México, en 1575, auspiciada por la Iglesia; el Imperio Otomano lo hizo en 1633; el Papa Urbano VII, en 1590; Berlín, en 1723; y Nueva Zelanda, en 1876, entre muchos otros ejemplos.
Solo en la segunda mitad del Siglo XX se comenzó a saber y divulgar que fumar causaba cáncer, y que respirar el humo de fumadores, aun por parte de los no fumadores, también provoca esta enfermedad terrible.
En los Estados Unidos, existe el “Bureau of Alcohol, Tobacco, Firearms and Explosives”, conocido como ATF, cuyo origen se remonta a 1886, cuando se llamaba el “Laboratorio de impuestos” (Revenue Laboratory), para cobrar los del tabaco. Luego le fueron agregando funciones a la entidad, y tras varias metamorfosis y después del ataque a las torres gemelas, terminó con su nombre moderno, que incluye “explosivos”, a los que también debe controlar.
Es difícil entender que una industria como la del tabaco, cuyo producto mata gente, pueda existir aún, y que las grandes compañías norteamericanas del sur de ese país que lo producen, aunque perdieron mucha influencia, sigan operando. Y paralelamente, en Bolívar se incentiva el cultivo del tabaco en Montes de María, también a sabiendas de que es un producto que mata seres humanos.
Ayuda a entender esa dicotomía -guardadas las proporciones-, que los productores de allá se asemejan a los de acá: están entre los más pobres de su país, padecen grandes inequidades, y viven en las áreas rurales de los estados más atrasados (North Carolina, Kentucky, Virginia, Tennessee, etc.). Prohibir el tabaco de un solo golpe acabaría no solo con las ya mermadas fortunas de los industriales del tabaco, sino con los empleos de mucha gente.
Ayer publicamos la queja de las autoridades colombianas, casi tan alcabaleras como las norteamericanas, porque los ingresos al erario se reducen por las campañas antitabaco, el contrabando, mayores impuestos al tabaco y porque muchos consumidores dejan de fumar, preocupados por su salud. En Bolívar, 25% del tabaco que se consume es de contrabando.
No deja de ser una hipocresía mundial –y norteamericana- que se permita la venta legal de productos nocivos como el tabaco y el alcohol, se les cobre impuestos, y no se aplique la misma lógica a las drogas ilegales –legalizarlas y gravarlas- porque matan a muchísimas más personas, y de manera violenta.
Las autoridades colombianas y bolivarenses harían bien en encontrar un producto agrícola que sustituya al tabaco, que a pesar de ser legal, va en vías de extinción, y nuestros campesinos no pueden tener un buen futuro cultivándolo.

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