Editorial


Decisión electoral económica, no ideológica

Grecia, Francia e Italia se pronunciaron en las urnas contra las políticas de austeridad fiscal para mitigar los efectos de la recesión que desde 2008 ha golpeado a aquel continente.
El año pasado, Europa se iba hacia una crisis financiera, pero el Banco Central Europeo, equivalente a la Reserva Federal de Estados Unidos, ofreció a los bancos europeos líneas de crédito indefinidas, cuyas garantías eran los bonos de los gobiernos, enderezando un poco el rumbo económico de la eurozona.
La tregua hubiera podido servir para que la Unión Europea cambiara su política económica, pero la insistencia de Alemania se empeñó torpemente en una austeridad fiscal que en la mayoría de los países fue consecuencia de la recesión, y en casos como el de España, de la depresión económica.
La austeridad combate el síntoma y no la causa de la enfermedad, y la historia europea de las últimas décadas demostró que los programas frecuentes de austeridad rigurosa empeoraron las economías ya deprimidas, con el agravante de que los inversionistas huyen de los países sin capacidad de pagar la deuda y con costos altos de financiación.
La desesperación ciudadana por la austeridad se mostró en las urnas, y no una tendencia hacia la izquierda, como quieren ver algunos analistas, aunque en Francia son habituales los votos pendulares de castigo.
El regreso de los conservadores a España tiene la misma causa que el de los socialistas en Francia: el apoyo de los electores a los candidatos que ofrecieron dar vuelta a los recortes de gastos.
La misma desesperación llevó a los griegos a elegir una mayoría parlamentaria de extrema derecha, pero insuficiente para aprobar las medidas impuestas a cambio de un crédito de rescate internacional, cuyo desembolso depende de la aplicación rápida de recortes, justamente contra los que votaron los ciudadanos de Grecia al darle el segundo puesto a la Coalición Radical de Izquierda, opuesto al plan.
El apoyo o no a las medidas de austeridad ha marcado la tendencia política reciente en Europa, y no un alineamiento ideológico con la izquierda o la derecha, desdibujadas aceleradamente desde el fin de la Guerra Fría.
En Italia, la segunda jornada de los comicios locales, que son la primera prueba de la aceptación del primer ministro Mario Monti desde que fue nombrado al cargo para salvar al país de la crisis de la deuda, era demasiado baja, lo que parece indicar que pesó la inconformidad por las medidas de austeridad de Monti y el apoyo que le han dado los principales partidos políticos desde que reemplazó a Berlusconi.
Con la decisión política de los ciudadanos contraria a las recetas económicas de cinturón apretado, los gobiernos europeos deberán considerar una solución impensable: restablecer las monedas nacionales en vez del euro, una política monetaria expansionista del Banco Central Europeo aceptando una inflación más alta y una política fiscal expansionista de presupuesto en Alemania que contrarreste la austeridad en España, Grecia y otros países en apuros.
De una u otra manera, la hasta ahora monolítica unidad europea comienza a agrietarse.

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