Editorial


Delfines en la bahía: mitos y sandeces

Los delfines están entre los mamíferos (cetáceos) que más han fascinado al ser humano desde la Grecia antigua, de la que sobreviven sus frescos y estatuas. En la mitología griega habían sido hombres transformados para castigar su traición al dios Dionisio.
En épocas más recientes y menos solemnes, el mito de los delfines fue encarnado por Flipper, entrenado por expertos de Miami y convertido en protagonista y héroe de una serie de televisión popular en todo el mundo, en la que además de ser gran amigo de un niño, hacía el bien, desde descubrir y capturar malhechores hasta salvar náufragos.
Los delfines son atletas extraordinarios que nadan distancias enormes tras su comida. Su sistema de comunicaciones mediante sonidos, muy similares a los sonares de los barcos, cuya onda rebota de los objetos y vuelve al sitio de origen para convertirse en información, ha sido estudiado por los científicos, incluidos los de la Marina de los Estados Unidos, que llegaron a entrenarlos para poner cargas explosivas en los cascos de barcos enemigos, entre otras actividades.
En el Pacífico Oriental, desde Chile hasta Alaska, los delfines tienen una relación simbiótica con los atunes Aleta Amarilla: los delfines localizan los bancos de peces con su “sonar” y los atunes los atacan de abajo hacia arriba, manteniéndolos al alcance de los delfines, que necesitan respirar con alguna frecuencia y no podrían perseguir su presa si se profundizara demasiado. Así devoran bancos enteros de peces pequeños entre las dos especies.
Con frecuencia, los delfines caen en las redes de cerco de los atuneros que pescan atunes Aleta Amarilla, y ni su inteligencia enorme ni su sistema de orientación portentoso les sirven para salirse de la red, operación que debería ser facilísima porque a esta la mantienen en la superficie flotadores que no pasan de 20 centímetros sobre el agua. Mientras tanto, los delfines saltan a varios metros de altura dentro de la red, sin descifrar que su escape sería facilísimo.
Como están protegidos por la ley internacional y la Comisión Internacional del Atún Tropical (CIAT), las tripulaciones de los atuneros, luego de una maniobra especial de retroceso del barco que hunde una sección de los flotadores para que salgan los delfines, deben lanzarse al agua para ayudar a escapar a los rezagados. Quien los vea así se desilusionará de la reputación de los delfines al comprobar que su inteligencia está altamente sobrevaluada y mitificada.
Pero son tan atrayentes, que también ocasionan algunas tonterías humanas. Ayer fue avistada una manada de más de 10 de estos mamíferos en la bahía de Cartagena, donde siempre han entrado, y se armó un alboroto porque dizque estaban perdidos o porque los atropellaría una embarcación. También se dijo que Guardacostas los seguía para sacarlos de la bahía. ¿Cómo lo harían, silbándoles como a Flipper?
En estos casos convendría acudir a la opinión experta de los biólogos marinos de Cartagena o del propio Rafa Viera, del Acuario de las Islas del Rosario, para evitar propagar sandeces y estimular acciones desenfocadas de terceros que sí podrían hacerle daño a los delfines.
 

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