Editorial


Desafíos para la libertad de expresión

Ayer se celebró en el mundo entero el Día de la Libertad de Prensa, y vale la pena, después de conocerse el panorama preocupante que se cierne sobre los medios de comunicación en varios países de América Latina y de otras latitudes, recordar los compromisos que suscribieron el año pasado los relatores especiales para la libertad de expresión de Naciones Unidas, de la Unión Europea, de las Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y de la Comisión Africana.
Estos compromisos están enfocados en la superación de 10 grandes desafíos para el ejercicio pleno del derecho a expresar libremente su pensamiento, que tienen no sólo los periodistas, sino los seres humanos en general.
Este esfuerzo, en consecuencia, debe ser asumido por toda la sociedad, y el primer paso es conocer las amenazas y los retos que enfrenta la prensa en el mundo:
—Mecanismos ilegítimos de control gubernamental sobre los medios de comunicación, como la proliferación de medios oficiales, la exigencia de registro a la prensa escrita, la distribución irregular de publicidad gubernamental y procesos judiciales ilegítimos.
—Difamación penal, que sigue siendo empleada de manera indiscriminada en muchos países, sin tener en cuenta cada caso en particular, y que es un disfraz de la censura mediante las llamadas leyes de desacato.
—Violencia contra periodistas e impunidad de estos casos, especialmente contra aquellos que cubren los conflictos sociales, el crimen organizado, el narcotráfico, o en algunos países, quienes critican al gobierno y revelan violaciones a derechos humanos o corrupción, o que trabajan en zonas de conflicto. Además preocupa la impunidad en estos casos.
—Límites al derecho de acceso a la información, especialmente en acciones de los funcionarios públicos o en procesos electorales.
—Discriminación en el ejercicio del derecho a la libertad de expresión, obstaculizando a muchos grupos minoritarios o marginales para crear medios de comunicación, o atizando los odios raciales o de género.
—Presiones económicas, a través de la publicidad otorgada a cambio de publicar ciertos contenidos o no publicar otros.
—Falta de apoyo a emisoras públicas y comunitarias, que se están asfixiando por falta de recursos.
—Ambigüedad en las normas sobre información sobre seguridad y terrorismo, que señala a muchos medios de hacer apología del delito, sin análisis alguno.
—Intentos de frenar la libertad de expresión en Internet, mediante exigencias excesivamente intrusivas a los proveedores.
—Acceso desigual a las tecnologías de información y comunicación, que afecta a muchas comunidades pobres, por los aún altos costos de equipos y servicios.
Todas estas amenazas deben ser contrarrestadas con la decisión colectiva de hacer realidad el respeto a la libertad de expresión y a la libertad de prensa.
La contracara, por supuesto, es el deber de la prensa de hacer su tarea con integridad, respetando los derechos de la ciudadanía mediante el suministro de información veraz.
Garantizar la libertad de expresión -que no se debe confundir con la injuria ni la calumnia-, no es sólo una responsabilidad de gobiernos o de organizaciones especializadas, porque las restricciones a estos derechos terminan perjudicando a todos los ciudadanos.

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