Editorial


Días de reposo, no de agonía

Como todos los años por esta época, Cartagena se llena de visitantes, para disfrutar aquí el descanso de los días santos, no necesariamente en actividades de recogimiento y reflexión cristiana. A medida que la conciencia ecológica se va extendiendo más, las autoridades aumentan las restricciones y establecen medidas prohibitivas que no siempre son acatadas por la comunidad. El Domingo de Ramos, por ejemplo, a pesar de la constante exhortación del EPA, y a pesar de ejemplo dado por el Arzobispo, los sacerdotes de todas las parroquias y las monjas, muchos feligreses utilizaron palma de iraca en las procesiones. Sin entender que el ramo es sólo un símbolo, creyeron que el ritual sólo era auténtico con el tradicional, que entre otras cosas, ni siquiera es el que se utilizó en ese momento de la vida de Jesús. También siguen movilizándose especies protegidas, como la hicotea, el caracol pala y algunos animales de monte, que antes hacían parte de la tradición gastronómica de Semana Santa, pero que ahora deben ser defendidos, no sólo manteniéndolos con vida, sino dejándolos tranquilos en su hábitat natural. Las tradiciones sólo deben conservarse cuando no amenazan la sostenibilidad de nuestros ecosistemas, y cuando respetan y mantienen la armonía vital del planeta. Es preciso llamar la atención sobre una costumbre propia de los turistas en esta época, que es la visita a la zona insular, especialmente a las Islas del Rosario, un territorio que hace parte del Parque Nacional Natural Corales del Rosario y San Bernardo, donde es preciso evitar los comportamientos que contribuyan a la depredación y a la contaminación de tan enorme y precioso recurso natural de Cartagena. No deben repetirse las escenas grotescas de gente arrojando latas de cerveza vacías, bolsas y vasos de plástico al mar, haciendo caso omiso de las recomendaciones con insoportable prepotencia. Por eso, quienes pasen estos días en las Islas del Rosario no deben recolectar, extraer o comprar concho de caracol, estrellas de mar o corales. Tampoco deben navegar a velocidades altas en las áreas de los arrecifes ni tocar, romper o pisar las formaciones coralinas cuando bucean. En las playas, los bañistas deben ser responsables, evitando arrojar basuras, especialmente vasos, cubiertos y platos desechables de plástico. Tampoco deben tirar la comida sobrante ni bolsas o empaques de material sintético. Debe acabarse también con la costumbre de acumular hileras de botellas vacías de cerveza o gaseosa al lado de las carpas. La temporada de Semana Santa debería ser dedicada a descansar, a disfrutar del paisaje marino que tanta variedad ofrece, a visitar nuestros monumentos históricos y penetrar en su antigua magia, a disfrutar de las comidas tradicionales respetuosas de la conservación de la fauna en peligro y a soñar con una vida más feliz y solidaria. Basta ya de repetir las escenas groseras y desagradables de playas sucias, ensordecidas por potentes equipos de sonido portátiles a todo volumen, y con la incomodidad de los juegos de balón cerca de la gente que reposa. Tampoco las discotecas deben convertirse en escenarios de disputas violentas que han dejado consecuencias trágicas en el pasado. En fin, colaboremos todos para que estos días de descanso por la Semana Santa estén llenos de tranquilidad y deleite, no de molestias y peligros.

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