Editorial


Dos años del presidente Santos

Si Colombia no fuera un país desmesurado y emotivo, las encuestas que muestran una caída en la popularidad del presidente Juan Manuel Santos, del 80% al 47%, no pasarían de ser anecdóticas, un aspecto más para el balance de sus dos años de gobierno, que se cumplen hoy.
Sin embargo, aquí esta circunstancia es determinante por la posibilidad de su reelección en 2014, más incluso que la evaluación misma de sus logros y fracasos. Casi todos los analistas políticos y periodistas de opinión atribuyen la caída en su popularidad a que aumentó la percepción de inseguridad en el país.
Esa misma percepción al final del mandato de Andrés Pastrana catapultó a Álvaro Uribe a la presidencia, y no por coincidencia ha mantenido de nuevo al expresidente Uribe en el ruedo político, aunque sin oportunidad por el momento para buscar un tercer período.
En la lucha contra la guerrilla, hasta hace poco la estrategia de seguridad no varió mucho con respecto a la que el mismo Santos ejecutó como ministro de Defensa de su antecesor y ahora furibundo crítico.
En cuanto al manejo político de la seguridad, Santos enfatiza que la puerta del diálogo hacia la paz no está cerrada, y esta posición le ha valido reproches duros de los uribistas y del propio Uribe, sin una discusión a fondo y con cabeza fría sobre la conveniencia y condiciones de ese eventual diálogo.
El Ejército ha recibido golpes, pero no más graves y frecuentes que los sufridos en el gobierno de Uribe. Además, la guerrilla los ha sufrido más fuertes, con la muerte de sus líderes más proverbiales y la destrucción de campamentos.
Hay iniciativas para la paz con mucha resistencia, como la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras y la Ley que crea el Marco Legal para la Paz, lo que, irónicamente le han valido un mejoramiento de la imagen internacional a Santos.
La participación en los foros internacionales más importantes y la detallada labor diplomática es uno de los campos en que mejor le ha ido en estos dos años, generando un aumento de la confianza de los inversionistas y la consolidación de los tratados de libre comercio, especialmente con Estados Unidos.
Internamente, la economía ha tenido una estabilidad sana, hasta ahora sin los efectos negativos más fuertes de la crisis europea, por la seriedad de la política fiscal, la garantía de ejecución del gasto y el comportamiento controlado del sector financiero.
Quedan tareas pendientes: la energía, amenazada además por los efectos de El Niño; y la infraestructura, sobre todo de vías, cuyo atraso es un contrasentido ahora que está en vigencia el TLC con Estados Unidos.
A la Costa Caribe Santos aún le debe no solo la mermelada de las regalías, sino la carne pulpa del presupuesto nacional para vías y demás infraestructura de transporte. Y para los proyectos urgentes de Cartagena, como la recuperación de la bahía y los corales del Rosario a través del control de los sedimentos del Canal del Dique, el Gobierno ha excluido a los bolivarenses, por lo que en Bolívar y su capital hasta ahora hay más sombras que luces.

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