Editorial


Dulzuras y amarguras del Festival

Terminó anoche la edición 50 del Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias (FICCI), que mostró al mismo tiempo un gran vuelco en la organización, y la repetición de algunos errores. Al principio, los directivos dieron la impresión de que el evento se había organizado con mayor rigurosidad, al punto de que se abstuvieron responsablemente de revelar los nombres de las personalidades invitadas a Cartagena, hasta que las confirmaran. Pero a pocos días de comenzar, la prensa tenía información escasa sobre los invitados, y sobre la programación de películas, ruedas de prensa y charlas con realizadores y actores. El vuelco anunciado empezó con un cambio de la sigla y de la iconografía, pasando de Festicine a FICCI, con menos impacto del esperado. Se cambió el sitio de exhibición central de las películas, del Centro de Convenciones al Teatro Adolfo Mejía, y se perdió mucho, porque éste no fue diseñado para cine, tiene poca capacidad, y sólo los asistentes de primeras filas ven bien. La inauguración fue en la Plaza de la Aduana, pero tuvo un sabor elitista que nunca antes se vio en el Festival de Cine, haciéndolo más semejante a las lujosas veladas de otros eventos, que a uno cuyo componente farandulesco debería ser sólo un aspecto, no su esencia misma. Empeñados en lograr mayor atención de la prensa nacional e internacional, se maltrató a los periodistas locales, los que más contribuyen a la asistencia del público. Aunque hubo cubrimiento internacional aceptable de medios especializados, la prensa nacional fue parca con el Festival. De los antiguos eventos académicos y ruedas de prensa con directores, productores y actores, no quedó ni la sombra. Hubo muchas actividades, pero demasiadas sedes, lejos unas de otras. Sólo las de las universidades tuvieron importancia y asistencia satisfactoria. Entre lo positivo está la muestra nutrida de cine de buena calidad, especialmente latino y de España, el país invitado este año. También la calidad del jurado oficial, donde sobresalió el director checo Jiri Menzel, un maestro del séptimo arte. Se publicó un catálogo completo con información amplia, y salvo pocas excepciones, se cumplió la programación. La noche de los premios India Catalina a la televisión pretendió emular la entrega de los Oscar, incluida la alfombra roja, y también fue evidente la discriminación con los cartageneros. Finalmente, la edición 50 del ahora FICCI pareció inferior a tan importante efemérides, sin referencia sustancial a su historia y anécdotas, excepto algunos actos aislados en homenaje al inolvidable Víctor Nieto. Los directivos del FICCI quieren que se maneje con criterio ejecutivo, eficiencia y austeridad, y así fue. Pero este año faltó el sabor cartagenero que lo caracterizaba, especialmente en el manejo de la prensa, encomendado a una empresa bogotana que impuso su soberbia y dejó por fuera a muchos periodistas que llevaban años largos cubriendo el evento con altura. Son detalles a revisar, que no manchan la buena calidad de la muestra de películas y la asistencia de gente importante del cine internacional. En general, el FICCI fue exitoso y con seguridad seguirá mejorando.

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