Editorial


Educación vial con autoridad

“Conductores de Valores” es una campaña puesta en marcha por el Departamento Administrativo de Transito y Transporte (DATT), con el fin de cambiar el comportamiento de quienes conducen vehículos en las vías de Cartagena. La idea, según la directora del DATT, es imponer el ideal del conductor respetuoso de las normas de tránsito, que siempre usa el cinturón de seguridad, que no conduce ebrio, no excede la velocidad autorizada y, sobre todo, que es consciente a todo momento que la seguridad vial es una forma de preservar la vida. Por supuesto, todas las campañas que pretenden crear cultura ciudadana de respeto y convivencia son útiles, pero su eficacia plena depende de la intensidad y la continuidad, porque una jornada pedagógica que se haga muy de vez en cuando, termina por implantar en los ciudadanos un mensaje contrario al que se quiere enviar y da la sensación de ligereza. Seguramente los incentivos que ofrece el DATT a los conductores respetuosos y prudentes podrá sembrar el deseo de cumplir a cabalidad con las normas, pero es preciso que sean algo más que la “atención personalizada” en “filas preferentes” cuando vayan a cumplir cualquier trámite. También es preciso reconocer que la caótica maraña del tráfico automotor en las vías locales requiere algo más que una campaña de cultura ciudadana durante seis meses, porque difícilmente los conductores de buses, busetas y colectivos cambiarán su actitud, sobre todo porque durante décadas, han comprobado que por mucho que cometan infracciones, nunca reciben sanciones graves. La principal causa del caos y la inseguridad vial es el convencimiento de que aquí pueden infringirse todas las normas con muy exiguas probabilidades de recibir castigo. Por eso, las campañas de seguridad y de cultura en las vías deben estar acompañadas del ejercicio de la autoridad. Como tradicionalmente no se ha ejercido tal autoridad, es imposible hacerlo de la noche a la mañana. Debe hacerse por etapas. El DATT podría, por ejemplo, seleccionar unas cuantas vías o cruces de comprobada accidentalidad y de permanente caos, para concentrarse el tiempo necesario, todos los días, sin desfallecer, a controlar el cumplimiento de las normas y a sancionar ejemplarmente a quienes cometan infracciones. Se dice que es preferible que la gente cumpla las leyes por convencimiento y no por obligación, pero la dimensión del desbarajuste en el tránsito automotor local exige más que ese convencimiento, y el primer paso es la mano dura. Eso no quiere decir que la educación vial no sirva para propiciar un cambio de actitud entre los conductores, sino que mientras no se sancione al infractor, la idea general será que aquí todos hacen lo que les da la gana.

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