Editorial


Efectos de un rescate

Está de moda en Colombia desprestigiar a los opositores, políticos y no políticos. Se intenta desfigurar al contrario e idealizar al propio en campañas electorales como la que terminará dentro de 4 días con la elección presidencial entre Juan Manuel Santos y Antanas Mockus. La verdad, por supuesto, como hemos repetido aquí, es que ningún candidato de los varios con méritos reconocidos, que estuvieron en la contienda presidencial, es tan perfecto ni tan perverso como los pintan unos y otros. Pero algunos de sus aliados son factores principales que distinguen a los candidatos, y en el caso de Mockus, sus acompañantes no politiqueros son su fuente principal de popularidad y credibilidad para muchos colombianos, hastiados de la corrupción desbordada que Uribe prometió acabar, pero que floreció visiblemente a partir de sus intentos reeleccionistas. No toda la culpa es de Uribe, ya que a la Justicia aún le falta mucho para ser eficiente. La caída estrepitosa de Mockus en las encuestas muestra que la mayoría de los colombianos, a pesar de su disgusto con la politiquería y sus practicantes, compradores de votos y clientelistas medulares, no vaciló en apoyar al sucesor de Uribe porque está “probado”. Poca gente en Colombia quiere arriesgarse a que las guerrillas o autodefensas vuelvan a ser fuertes, y castigaron las aparentes salidas en falso de Mockus, quien fue tergiversado varias veces, aunque aseguró que tendría mano fuerte contra los grupos armados irregulares, especialmente las Farc. Sus avances y retrocesos verbales ante las cámaras al tratar problemas variados le quitaron la confianza de muchos votantes, aunque sigan creyendo que Mockus es “sano”. Buena parte del éxito de su campaña fue mostrar a Santos como lo contrario: un tipo sin hígados y mal rodeado. El rescate espectacular de los cuatro militares, arrebatados a las Farc el domingo pasado por un “comando jungla” bien equipado y estratégicamente sólido, hará sentir a los votantes que aún dudaban, que al profesor no le ha llegado el momento. Pensarán que “seguro mató a confianza”, especialmente porque Santos tuvo el éxito de la Operación Jaque durante su ministerio. Y quienes ya se habían corrido hacia el bando santista sentirán más legitimada su decisión. La liberación cinematográfica de estos secuestrados, además de dejar muy mal paradas a las Farc, prueba que Uribe será presidente actuante hasta el último segundo de su mandato, y que aupará a los militares para concluir las operaciones de rescate que estén maduras, “sin prisa y sin pausa”, como él mismo suele decir. Habrá seguridad democrática hasta el último momento. No hay colombiano que no se sienta satisfecho por el bienestar de los rescatados y sus familias y por los logros de los militares de Colombia. Al metérseles en la casa a las Farc dos veces, rompieron en pedazos el mito de su invencibilidad. Desde la Operación Jaque y ahora la Camaleón, la retaguardia fariana está cada vez más desmitificada. Si las Farc fueran sensatas, que no lo son, se reinsertarían de inmediato.

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