El Camellón de los Mártires, construido en 1911 para conmemorar los cien años de la Independencia de Cartagena, junto con el parque del Centenario, estaba convertido en un muladar antes de que fuera remodelado durante la última administración de Nicolás Curi por la firma de arquitectos cartageneros Berrío y Grondona, quienes lo rediseñaron. Su inauguración coincidió con el IV Congreso Internacional de la Lengua. La restauración tuvo muchas novedades, entre estas que el Camellón no tendría árboles de sombra, sino palmeras, y que su postería de luz era metálica, e inclinada, dándole un aire de gracia al lugar. Sus palmeras y pequeñas zonas verdes tienen instalado un sistema de riego por goteo, que permite que el agua no les falte. En cuanto a su aspecto histórico, el Camellón recuperó la memoria de los próceres populares, que permanecían “inéditos” en la historia local, y sus nombres fueron tallados en una piedra en el extremo frente a la Torre del Reloj. En esos días algunos indigentes se robaron dos de los bustos de los próceres de la Independencia, y gracias a la confianza en El Universal de la persona que los había rescatado y guardado para la posteridad, quien nos los envió de forma anónima, los bustos llegaron de nuevo a sus pedestales luego de pasar por las manos restauradoras de Salim Osta Lefranc. Otras estatuas fueron reubicadas, y la Noli Me Tangere ocupó un lugar prominente en el nuevo Camellón, para orgullo de los cartageneros, al igual que las dos fuentes de agua que antes estaban en San Diego y Manga, que ocupan ahora los extremos del área. El Camellón viene siendo blanco de los vándalos, quienes ya le han roto sus bancas de mármol varias veces, una donación que data de 1923, y que son una parte indispensable del lugar, además de ser su mobiliario principal. También se han robado lámparas y dañado fuentes, en una actuación cuya motivación bárbara es muy difícil de entender. Ya se sabía desde su reinauguración, hace apenas dos años, que el Camellón tendría que ser cuidado con celo, o volvería a correr con la mala suerte de antes. Pues bien, ya algunos bustos han sido profanados y deben ser restaurados de nuevo. Lastimosamente, el Camellón no está bien vigilado. La Policía necesita cuidarlo 24 horas diarias, y un poco más si fuera posible, porque los vándalos y prostitutas que amanecen borrachos y drogados se lo apropian en la madrugada, muchas veces con ánimo destructivo, mientras que la Policía está ausente. Y aun cuando están de turno, pero distraídos en una tertulia matutina que se celebra a diario en una banca diagonal a la estatua de Cervantes, los bandidos pueden hacer de las suyas. Ahora el Camellón requiere 150 millones de pesos para repararlo, pero si no se garantiza la vigilancia permanente, los daños futuros podrían ser insubsanables, dado el valor histórico de sus elementos principales. Esto lo advertimos en 2007, y desafortunadamente, el celo con que se cuidó el Camellón entonces se relajó demasiado pronto, con las consecuencias conocidas, que no deberían repetirse por ningún motivo.
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