Editorial


El campo en las elecciones

El campo es un sector vital para Colombia, donde en la sola ganadería, más de 400 mil familias viven con menos de 50 cabezas cada una. Citamos ese guarismo apenas para darle proporción al campo, aunque hay muchos otros sectores rurales del que dependen miles de personas en Colombia: las flores en tierra fría y templada; el café; la lechería, cada vez más desplazada hacia climas ardientes por el uso agrícola intensivo de los mejores suelos andinos; el banano; la palma de aceite y el plátano; además de muchos cultivos de pancoger, como aquellos que salen de los Montes de María: aguacate, yuca, ñame y maíz, principalmente, sin olvidar el tabaco y el cacao del sur de Bolívar. Aunque en Colombia el campo ha sido castigado por el sesgo urbano e industrial de los gobiernos, sigue siendo vital para el desarrollo y paz de Colombia. Los dos mandatos de Uribe fueron más conscientes de la importancia del agro que la mayoría de sus antecesores, aunque –como siempre- quedó faltando mucho, a pesar de los beneficios incalculables de la seguridad. Un vistazo rápido por el campo bolivarense nos mostrará su revitalización, notable a orillas de sus carreteras principales y secundarias, donde tierras que antes estaban abandonadas y eran de nadie –al menos de nadie legal- ahora están recuperadas y muy bien tenidas, notándoseles mucha inversión donde antes había desgreño. Pero el país ni Bolívar pueden quedarse celebrando eternamente lo logrado durante los 8 años de Uribe, sino que el Estado y los particulares deben profundizar el desarrollo del agro, volviéndolo sostenible y más equitativo. Programas como Agro Ingreso Seguro (AIS) deberían continuar en cualquier gobierno como política de estado, pero con unos controles mucho más estrictos para que los fondos públicos no se vuelvan botín de avivatos. Lamentablemente, el AIS se volvió sinónimo de corrupción en la mente nacional, y la que hubo no debería matar el programa, sino depurarlo. El Estado tiene que desarrollar una labor pedagógica mucho mayor, además de apoyar más a las entidades privadas que la promueven, como Fedegán y otras agremiaciones que se ocupan de transferir tecnología pecuaria no sólo para que Colombia produzca más carne y leche, sino para que lo haga en menos tierra y de forma más sostenible. En esta categoría está la ganadería de doble propósito, el método del silvopastoreo y del pastoreo racional desarrollado por Voisin en Francia, tropicalizado por los brasileños Pinheiro y Sorio, y practicado cada vez más en Colombia. El Estado debe dejar de castigar la iniciativa privada cuando intenta represar agua para regar pastos y cosechas, y convertirse en su aliado a través de la educación ambiental y la promoción de la sostenibilidad. En las campañas de los candidatos a la Presidencia se sintió muy poca especificidad con respecto al campo, aunque repitieran los lugares comunes. De aquí al 20 de junio hay tiempo para estudiar qué proponen Mockus y Santos para que el agro, además de seguir seguro, desarrolle todo su potencial, vital para la paz y el bienestar de todos los colombianos.

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