Editorial


El cinismo desinformativo

Hasta los años 80 del siglo pasado, el sigilo con que los gobernantes podían manejar los asuntos de su vida, desde la cortina impenetrable del poder, hacía imposible sospechar siquiera si lo que decían correspondía exactamente a lo que estaba pasando.
Los secretos detrás de la salud de los jefes de Estado siempre han existido y siempre han sido motivo de especulaciones y leyendas, especialmente en los países comunistas.
Se dice que Mao Zedong, líder y mandatario de China desde 1943 hasta su muerte en 1976, falleció mucho antes y su cuerpo fue embalsamado para sacarlo de vez en cuando al lejano balcón del palacio presidencial, mientras los principales dirigentes definían cómo enfrentar ante el pueblo su desaparición.
También se decía que la muerte de los jerarcas soviéticos era anunciada varios meses después de ocurrida, para realinear el poder.
Desde el nacimiento de internet, ocultar los aspectos íntimos de la vida de los gobernantes es más difícil, ante la capacidad creciente para difundir mensajes gracias a las redes sociales.
En países cerrados y con restricciones a la libertad personal como Cuba, se dificulta más usar esta herramienta tecnológica, porque sus gobernantes saben que permitir el uso abierto de internet sería su desplome.
Por eso las versiones contradictorias sobre la salud de Fidel Castro se multiplicaron, sin  que existiera la forma de comprobarlas.
En Venezuela ocurre algo similar con la salud del presidente Hugo Chávez, cuya ascendencia sobre el pueblo venezolana es similar, guardadas las proporciones, con la de Mao en China, pues la adhesión de la gente no es a una idea o a un movimiento, sino a un caudillo. Sus colaboradores saben que confirmar su muerte e incapacidad podría tener resultados graves para permanecer en el poder.
Los funcionarios chavistas han sido astutos al utilizar el enorme poder de difusión de internet para desinformar, evitar la transparencia informativa sobre la salud de Chávez y convertir cualquier versión en una forma de complot contra el gobierno venezolano.
Hace pocos días, el gobierno de Venezuela anunció con grandilocuencia que Chávez había regresado al país y que estaba desde su casa “en ejercicio de sus funciones”.
De nada han servido los reclamos de una tenue oposición de que Chávez aparezca en público y que exista transparencia sobre su enfermedad. El presidente sigue escondido, incluso para sus más fervientes aliados como el mandatario boliviano Evo Morales, a quien no se le permitió verlo.
Mientras la única “evidencia” de su regreso fueron tres mensajes a través de Twitter, y de allí en adelante un sinfín de afirmaciones de supuestas enfermeras que lo vieron “llegar caminando” al Hospital Militar, también se multiplican las versiones que dicen que todo no es más que una mentira inmensa.
Con Chávez en Caracas es más probable que no pueda mantenerse la misma discreción acerca de los detalles de su enfermedad que ha habido en Cuba. Aun así, pasan los días y la incertidumbre no solo se mantiene, sino que crece tanto como el cinismo desinformativo del régimen.

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