Editorial


El Corredor de Carga

El DATT anunció operativos en el Corredor de Carga para controlar el parqueo irregular de vehículos, especialmente de tractomulas, anomalía a la que nos hemos referido aquí varias veces. Solo hay que ver la Avenida Pedro Vélez para entender que nadie manda en el Corredor y sus vías aledañas.
El Corredor es indispensable para Cartagena. Aunque es un híbrido entre autopista moderna y vía urbana caótica del Tercer Mundo, comienza a ser víctima de su propio éxito y del dinamismo del país.
Como casi todo lo nuestro, fue improvisada, con parqueaderos y patios de contenedores a medio montar a sus veras, que con pocas excepciones, usan las calzadas públicas como área de operaciones de sus espacios privados, maximizados a costillas de los usuarios de la vía.
Para rematar, cualquier conductor deja su camión frente al restaurante donde almuerza y no le importa causar un trancón, ni tiene quien lo sancione. El DATT debe patrullar también a la hora de almuerzo y de comida.
Los directivos de una empresa con varias instalaciones aledañas no han notado que algunos de sus camiones –ayer lo hicieron- se meten en contravía para ir de una de sus plantas a otra, para ahorrar tiempo y no pagar el peaje de Vikingos, ir hasta el paso a desnivel frente a los restaurantes chinos y al antiguo Frigopesca, y devolverse hasta el retorno de Arroz Barato para entrar correctamente a la puerta correspondiente.
Comienzan las lluvias y también el lodo sobre la calzada porque a muchos de los patios aún no los pavimentan. Sus dueños y usuarios someten a todos los conductores al peligro e incomodidad de manejar sobre su lodo privado trasladado a la vía pública. No ha habido alcalde con los pantalones (ni faldas) suficientes para sancionarlos. Esta “bacanería” del Palacio de la Aduana la pagan los usuarios con sus peajes y con el peligro para sus vidas y el desgaste innecesario de sus vehículos.
Como dijimos antes, el Corredor de Carga es víctima del éxito de la economía local y del país -¡qué bueno que lo tenga!- que le cobra con creces la improvisación de no tener un diseño general ni planes de expansión adecuados a su actividad, que si todo sale bien, se incrementará con el nuevo auge del comercio exterior.
La colcha de retazos que es el Corredor es cada día menos manejable y no se arreglará sola. Además, es un reflejo de lo que pasa en el resto de la ciudad. Toda Cartagena requiere una visión urbanística para saber dónde debe ir cada cosa –incluyendo el nuevo mercado y la Central de Abastos- no porque alguien pueda influir en su localización por interés particular, sino porque le conviene a la ciudad. La improvisación del Corredor, que se comienza a percibir en las expansiones para contenedores fuera de él, no se puede seguir repitiendo.
Aplaudimos que el DATT controle el Corredor (ojalá no sean solo operativos ocasionales), pero la Alcaldía, además de ejercer autoridad en esa vía, tiene que liderar la planificación urbana de Cartagena más allá de los planes parciales con nombres propios.

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