Editorial


El debate de la sombra

En Cartagena sigue candente el debate de la arborización y la sombra, disparado por la muerte de Palmas Reales en el Camellón de los Mártires, y de otras especies vegetales en la Vía Perimetral. A medida que opinan distintas personas, se aclara que se necesita un procedimiento –o un manual a prueba de tontos- antes de volver a hacer un contrato de arborización en cualquier lugar. Este debería cumplir con unos cuantos requisitos que parecen bastante obvios, pero que no son obligatorios en ninguna arborización o “vegetalización” (así le dicen ahora a la siembra de plantas…;) que conozcamos. Una carta al Buzón, del señor Celedonio Piñeres P., anotaba que los fracasos repetitivos en la arborización local se deben, entre otras cosas, a que no se hace un estudio del suelo que se sembrará, para determinar cuáles plantas y árboles tendrán éxito allí. Piñeres recomendaba los árboles de zaragoza para el Camellón de Los Mártires, anotando que resisten la salinidad, la sequía, no tienen raíces dañinas para el pavimento ni las baldosas del Camellón, y dan sombra. Aunque seguramente Piñeres tiene razón, el “manual” que debería elaborarse debería hacer obligatorias algunas cosas anteriores a un estudio de suelo, y otras posteriores. Sospechamos que muchos de los fracasos de la arborización urbana se deben a que no se ha explorado si el árbol podrá siquiera utilizar el suelo, ya que los agujeros que se hacen para sembrarlos no son suficientemente profundos para descartar que haya placas antiguas de pavimento debajo, o rellenos con zahorra afirmada. Si los hay, los árboles no tendrán donde enraizarse y todos morirán. Después de ese primer paso obvio, que es saber que los árboles no se sembrarán sobre materiales impenetrables para las raíces, deberían venir el análisis de suelo y la selección de las especies. Sabiendo lo anterior, ya se puede pensar en hacer una licitación pública. Pero nuestro manual también debería obligar a que esté garantizado el mantenimiento de las áreas verdes que se sembrarán. El Distrito tiene que presupuestar no sólo la compra del material verde y su siembra, sino su riego, fertilización, poda y cuidado general. Es inaudito que se vuelva a sembrar una sola hoja sin saber quién la atenderá, bien sea una empresa privada o el Distrito. Es una vergüenza que muchas de las áreas verdes públicas parezcan desiertos, mientras que las privadas se asemejan a un oasis, como sucede con las plantas de la Sociedad Portuaria Regional de Cartagena, las del separador de Crespo en la avenida Santander mantenidas por Acuacar, entre otras zonas que han sido adoptadas por empresas o ciudadanos durante la administración de Pinedo Flórez. Se necesita hacer el manual –y divulgarlo- para corregir los errores en la arborización de Cartagena, y sobre todo, para asegurarse de que no se repitan jamás, ni vuelva la improvisación y falta de compromiso con las zonas verdes y la sombra para la ciudadanía.

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