Editorial


El debate que no fue

El viernes 5 de julio, fueron convocados los representantes de las campañas de los cuatro candidatos a la Alcaldía de Cartagena para hablar sobre el gran debate organizado por un grupo de medios (El Universal, RCN, revista Semana, La F.M. y Canal Cartagena) para el martes pasado. Todos aceptaron participar y cumplir las reglas acordadas en la reunión.
Una de tales normas era que en la Plaza de la Aduana, sitio del debate, no podía haber público ni partidarios de los candidatos, por dos razones: porque podía entenderse que era una concentración al aire libre, suspendidas por la autoridad electoral desde el domingo 7; y porque la algarabía impediría la transmisión nítida en directo a través del Canal Cartagena y las páginas web de El Universal, RCN Radio y TV, y revista Semana.
El día antes del debate se excusó de asistir Miguel Navas Meisel y confirmaron su asistencia los otros tres candidatos: Dionisio Vélez Trujillo, Wilson Borja Díaz y María del Socorro Bustamante.
El martes, culminado el montaje de la tarima y demás logística televisiva y radial, todo estaba preparado para empezar a las 7 de la noche. Al atardecer, un funcionario importante de la Alcaldía, a quien no debieron negarle la entrada a la plaza, discutió con un policía y exclamó en voz alta que ese era un espacio público y no podía restringirse su acceso. Según algunos testigos, esto fue aprovechado por un grupo grande de simpatizantes de una de las campañas para ingresar, burlando las vallas de seguridad y el control de la Policía.
Con decenas de seguidores de la candidata María del Socorro Bustamante en las calles aledañas, al principio gritando vivas a su nombre y luego insultando desaforadamente a los demás, era imposible el debate, pues los ánimos estaban exaltados.
La candidata Bustamante insistía en que se debatiera con la gente ahí y no aceptó pedirles que se retiraran voluntariamente. Muchos seguidores suyos llegaron en buses y se congregaron en las calles aledañas a la Plaza, y para evitar algún hecho lamentable, se suspendió el evento. Al retirarse del sitio, la candidata fue acompañada por el grupo que había ingresado sin autorización, en medio de más gritos.
¿Fue una estrategia deliberada suya para sabotear el debate? ¿Fue una manifestación espontánea? No se puede decir con certeza, pero se impidió así que los ciudadanos de Cartagena escucharan las propuestas concretas de los candidatos, sus respuestas a las preguntas de los periodistas y la discusión entre ellos alrededor de sus programas.
Entorpecer el debate con maniobras en lugar de negarse directamente a participar no irrespeta a los organizadores, sino a la ciudadanía, que tiene derecho a escuchar la confrontación de los programas de los candidatos para resolver los problemas de la ciudad.
Con la cancelación del debate perdió todo el mundo, especialmente el pueblo cartagenero.

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