Cuando se oye el nombre de Israel, suelen surgir imágenes de tanques de guerra, aviones caza y soldados bien armados. Paralelo a lo militar y belicoso, Israel tiene un lado menos conocido: sus logros en el campo de la investigación científica. Según George Gilder, autor del libro The Israel Test (El examen de Israel), los israelíes son segundos apenas ante los Estados Unidos, en cuanto a la promoción de tecnologías provechosas para la vida humana, la prosperidad y la paz. Gilder se adentra en la animadversión que suscitan los Estados Unidos e Israel, y concluye que como al primer país, muchos la odian “no por sus vicios, sino por sus virtudes”, y argumenta que el genio judío es demostrable. El cociente intelectual promedio de los judíos es de 110, lo que es 10 puntos por encima del promedio. Gilder asevera que el comportamiento humano exitoso depende de cultivar el genio, y pone como ejemplo que la proporción de judíos con cocientes intelectuales por encima de 140 es seis veces más que la proporción del resto de la gente. Gilder cita al autor Murray, quien recopiló datos dicientes: en la primera mitad del siglo 20, los judíos obtuvieron el 14% de los premios Nobel en literatura, química, física y medicina; en la segunda mitad de este mismo siglo, ganaron 29% de estos, y en lo corrido del siglo 21, van en 22% de todos los premios Nobel en las disciplinas citadas. Gilder anota que los judíos no sólo tienen talento en física cuántica y ciencia nuclear, sino que están “sobrerrepresentados entre los emprendedores de negocios de tecnología que lideran y apalancan la economía global”. ¿Cuál es el secreto del talento de los judíos? Gilder habla de genética, entre otras cosas, pero cree que una de las motivaciones mayores es la “necesidad de tener logros” (need for achievement), aunque un estudio conducido en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) encontró que “El factor más importante para predecir una carrera empresarial en tecnología es tener un padre empresario”. Debido a este sólo factor, los judíos en MIT “tenían cinco veces más probabilidad de comenzar empresas tecnológicas que otros graduados” de esa universidad. Gilder sustenta la tesis de que “el antisemitismo es un reflejo del odio contra intermediarios, empresarios, tenderos, prestamistas, banqueros, financistas y otros capitalistas exitosos”, y que este sentimiento es visible dondequiera que cualquier grupo descolla sobre otro. Gilder cita varios ejemplos: los chinos en Indonesia y Malasia; los libaneses en todo el mundo; y los kikuyu en Kenia, entre varios otros. La lección de los logros intelectuales judíos para el resto del mundo, incluida Colombia, debería ser la necesidad de enfatizar mucho más la educación universal gratuita de calidad y además, no satanizar la creación honrada de riqueza, especialmente cuando es acompañada de una gran responsabilidad social.
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