Editorial


El Emisario empedrado

El Emisario Submarino es la solución final a la disposición de las aguas servidas de Cartagena, que hoy van a los cuerpos de agua locales (y que una vez instalado, saldrán por Punta Canoas). La Ciénaga de la Virgen recibe 60% y 40 % cae a Cuatro Calles, en la bahía de Cartagena.
El Emisario ha tenido una vida accidentada de más de 12 años desde su concepción y debió superar muchos debates y oposición, la mayor parte legítima y bien intencionada –incluida una investigación del Banco Mundial-, hasta ser aprobado.
El primer intento por instalar el Emisario Submarino en diciembre de 2010 fue un fracaso estruendoso. EDT Marine Services, la compañía chipriota contratada, fue irresponsable. Para ahorrar intentó llevar el Emisario a Punta Canoas de un solo envión, es decir, los 4.320 metros juntos. No había alcanzado a salir bien de la bahía cuando le falló un remolcador. No pudo navegar por la ruta prevista de aguas tranquilas y llanas entre Tierrabomba y el bajo de Salmedina, y terminó fuera del rumbo y en aguas profundas.
Los problemas no se le pueden achacar todos a la falla del remolcador, sino a varios otros factores: los lastres de cemento no tenían estructura en varillas y tan pronto el tubo comenzó a mecerse en el mar leve que había, se aflojaron. Unos se corrieron y se amontonaron en ciertos tramos de la tubería, hundiéndola, y otros se desbarataron, sacándola del agua.
Hubo varios pedazos del emisario flotando en distintos lugares del Caribe, poniendo en peligro la navegación durante semanas y recuperándose apenas 2.500 metros. Aún hay un tramo importante en las islas de San Blas, sobre un banco de coral, que no ha sido rescatado.
Acuacar importó el saldo para volver a alcanzar los 4.320 metros requeridos. Esta vez, ya bajo su dirección, se fabricaron bien los lastres y se llevó toda la tubería exitosamente al sitio en 8 tramos, la mayoría de 500 metros cada uno.
Cuando los buzos de Acuacar examinaron el trayecto del fondo por donde tenía que pasar la tubería, descubrieron un promontorio de piedra de unos 5 metros de alto y otros 5 metros bajo el fondo, con un ancho que podría pasar de 150 metros. Es decir, no se le puede sacar el cuerpo. En este sentido, convino que los chipriotas no instalaran el Emisario porque lo hubieran puesto encima de la piedra, condenándolo a fallar por ahí, seguramente cuando ya estuvieran en casa con las faltriqueras aún más llenas.
En la ciudad no hay un equipo idóneo para taladrarle una cama en la piedra a la tubería y Acuacar aún busca una solución después de ensayar varias infructuosamente. Nadie puede decir entonces cuánto más le falta al Emisario para que culmine su instalación y eso es exactamente lo que Acuacar debería contarle a la ciudad.
Su silencio, tan pétreo como el obstáculo en el fondo de Punta Canoas, irrespeta a la ciudadanía para la que finalmente trabaja, por muy empresa privada que sea. No debería arruinar su labor acertada y juiciosa desarrollada hasta ahora en el rescate del Emisario, con un silencio que se podría percibir como arrogancia. 

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