Editorial


El frenazo del viaducto

Los sobresaltos han sido la condición común de las obras públicas en Colombia por varios motivos: se hacen mal las cuentas y el presupuesto no alcanza, o se hacen bien pero se licita barato para entrar en el carrusel de los otrosíes, o de una u otra forma se roban la plata, total o parcialmente. A lo anterior hay que añadirle la ineficiencia de la burocracia, la que a veces ni los presidentes pueden hacer mover.A la lista de los sobresaltos ahora entró la Consulta Previa con las comunidades indígenas y afrocolombianas, indispensables para que Minambiente considere otorgar su licencia. La consulta no es un capricho, sino una ley de la República para evitar que las comunidades menos pudientes sean atropelladas.
Según el director de la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI), doctor Andrade, el viaducto de 6 kilómetros sobre la ciénaga de la Virgen, que sería la segunda calzada de las dos que conectan a Cartagena y Barranquilla y pasan entre La Bocana y Tierrabaja, está parado a pesar de tener la plata y los diseños listos desde hace cuatro años. Según Andrade, la parálisis se debe a no haberse podido poner de acuerdo la ANI con la comunidad de La Boquilla, más precisamente, con su Consejo Comunitario.
Benjamín Luna, líder de La Boquilla, le confirmó ayer a El Universal su oposición al viaducto, del cual le han mostrado ya cinco versiones, corroborando lo dicho por la ANI. Según Luna, esta obra le haría daño a la ciénaga. Suponemos que él es ingeniero ambiental o tiene la asesoría de esta profesión para poderse oponer con razones técnicas y no por capricho. Pero también suponemos que la ANI tiene profesionales idóneos que han diseñado la mejor solución posible.
Es inaudito que 4 años no hayan sido suficientes para que la ANI y el Consejo Comunitario se hayan podido poner de acuerdo, pero esta indefinición no se puede seguir prolongando. Ni tampoco es justo que una comunidad a la que se le han dado varias alternativas, pueda poner en jaque a toda una ciudad, perjudicada enormemente por no completarse estas obras.
Todos los estamentos de la ciudad, incluyendo al Concejo, Alcaldía, Asamblea, Gobernación y gremios, deben empaparse de qué está pasando. Es indispensable entender la naturaleza de la oposición al proyecto, y también es imperativo concluir no solo el viaducto, sino la avenida del Bicentenario entre el túnel de Crespo y el espolón Iribarren.
La doble calzada es crítica para Cartagena y sin que estén completos todos los tramos próximos a esta, de nada le sirven las obras ya adelantadas en otros sectores ni tampoco el famoso “túnel” de Crespo, porque ya hay un embudo enorme entre éste y Tierrabaja, que será cada día más grande.
La competitividad de Cartagena, que beneficia a las grandes masas, no puede verse afectada indefinidamente por nada ni por nadie. La razón y la sensatez tienen que imponerse.

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