Editorial


El gran desafío del Mercado de Bazurto

El tramo más difícil del sistema de transporte masivo de Cartagena es el correspondiente al Mercado de Bazurto, no sólo por la desbordada invasión del espacio público que ocurre allí desde hace décadas, sino porque nuestra principal plaza de abastecimiento se ha convertido en una pequeña ciudad dentro de la ciudad, con su propia dinámica y sus propias leyes, muchas al borde de la criminalidad.El caótico espacio urbano que es el Mercado y sus alrededores se fue tejiendo a partir de 1977, cuando se inauguró pomposamente con los vendedores del viejo mercado de Getsemaní trasladado, sin que las sucesivas administraciones distritales se preocuparan por su desarrollo desbordado.
Hace exactamente 12 años, en enero de 1999, la dirigencia comunal del barrio Martínez Martelo, uno de los vecinos más perjudicados por la absurda y a veces peligrosa dinámica del Mercado, se quejaba de que la liquidación de la llamada Sociedad Administradora del Mercado de Bazurto (Somecar), no era la solución definitiva al problema.
El líder de esa comunidad, Fernando Fernández, aseguraba entonces que era necesario tomar sin dilaciones la decisión de trasladarlo a la tan prometida Central de Abastos.
Doce años después, no sólo Fernando Fernández sigue clamando con la voz ronca por la solución a los graves problemas del barrio Martínez Martelo, derivados de su vecindad con el Mercado de Bazurto, sino que el propio Mercado ha sufrido una transformación dañina que lo coloca casi como tierra de nadie dentro del ordenamiento urbano de la ciudad.
No nos digamos mentiras, la recuperación del Mercado de Bazurto será una tarea larga y compleja, que seguramente estará acompañada de violencia, pues dentro de él están empotrados sectores que no querrán perder el privilegio de ejercer desde allí muchas actividades que no tienen que ver con el comercio de víveres y alimentos.
En 1988, cuando era alcalde Manuel Domingo Rojas, se realizó un primer revolcón en el Mercado, con la eliminación de un sector al que llamaban “El Salivón”, donde funcionaban sin controlar toda clase de cantinas de mala muerte y que servían de refugio a los mayores delincuentes de la ciudad.
Costó mucho esfuerzo y mucho tiempo erradicar este cáncer de la informalidad, la ilegalidad y el crimen, y se creía que a partir de ese momento se podría sanear la totalidad del mercado y los barrios vecinos recuperarían su tranquilidad y también experimentarían un cambio provechoso hacia la prosperidad.
Pero no fue así, porque en el espacio que dejaron las cantinas de “El Salivón”, se instalaron quioscos de venta de licores, sin sanitarios y sin vigilancia, que crecieron desaforada y anárquicamente hasta convertirse en una estructura urbana caótica, impenetrable, sin control ni seguridad, donde muchos delincuentes han construido sus guaridas y desde donde se planifican y ejecutan los más aberrantes actos criminales.
La Administración distrital está dispuesta a realizar un esfuerzo enorme para recuperar el Mercado de Bazurto, y ha empezado a buscar alternativas para los vendedores que deberán ser desalojados del sólo bus y de otros espacios públicos, pero esto apenas es un primer paso.
Aunque no hay los recursos ni es adecuada por el momento la erradicación total del Mercado, no hay que echar por tierra la idea de la Central de Abastos, a la que finalmente deberán trasladarse todos los vendedores.
Por lo pronto, el ejercicio de la autoridad será un componente determinante para que Bazurto empiece un renacimiento que toda la ciudad espera y necesita.

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