Editorial


El gran desahogo de la lechuza

A raíz del incidente en que un futbolista pateó a una lechuza en el estadio de Barranquilla, y la posterior muerte del ave a consecuencia de “un paro respiratorio producto de una patología llamada miopatía por captura, que le produjo un fuerte estrés”, el país entero atacó al panameño Luis Moreno, jugador del Deportivo Pereira, y agresor visto en directo en todos los rincones nacionales.
La noticia desató reacciones de toda clase, desde los defensores de animales, indignados –algunos tan extremos que carecen de la tolerancia que le piden a la gente– hasta los que protestan porque la reacción descomunal no es igual cuando asesinan a un joven en cualquier esquina urbana.
“Me decepciona e indigna la desproporción en la reacción de los medios de comunicación, del país”, dice un comentario en la página web de El Universal. Fuera por la lechuza y el jugador, seguro ya habrían hecho las paces. Otro, más cínico, dice: “Tanta bulla por un animal que todo el mundo hijuep…; a diario, quién carajo nunca ha pateado a un perro por mearse la puerta de la casa de uno”.
Con sensatez, alguien responde: “La grandeza de una Nación se juzga por la manera en que son tratados sus animales”.
Hace mucho que una noticia no despertaba tanta polémica en Colombia y es explicable porque hay mayor conciencia de los ciudadanos para proteger a los animales y porque la agresión al ave fue vista en vivo por mucha gente que seguía el partido.
Hay una tercera razón que podría ayudar a explicar por qué la reacción tan enorme de los colombianos: porque es una especie de catarsis, de exorcismo, de desahogo de la gente, apabullada por el crecimiento de la violencia urbana y de los asesinatos, e impedida de protestar directamente contra los criminales por temor a las represalias.
Cuando alguien critica duramente al jugador Moreno por un acto agresivo y cruel –que lo fue- está indignándose también contra quienes disparan sin piedad a los seres humanos, como si fuera una acción normal. Así dejamos salir nuestra rabia e impotencia en un ejercicio depurador, pero sin correr el peligro de ser asesinados por reclamar.
Además, como la esencia de los colombianos es la desmesura, las reacciones siempre serán desmesuradas, al prevalecer, como dijo García Márquez “el gesto sobre la reflexión, el ímpetu sobre la razón…;”
Por eso seguiremos oyendo propuestas de expulsar a Moreno del país, de ponerlo preso, o de sanciones peores, en un ejercicio paradójico de la misma intolerancia que les causó la indignación.
De vez en cuando se oyen voces lúcidas, como un lector que escribió en la página web de este periódico: “A la lechuza había que curarle la pierna y soltarla enseguida, porque no soporta estar encerrada, y menos si están tomándole fotos a toda hora”.
Es posible que si los veterinarios de expresión sabia que explicaron lo de la “miopatía por captura” y la “segregación de ácido láctico”, hubieran seguido este consejo, la lechuza habría regresado al estadio en dos semanas y, al cumplir la sanción que le impuso la Dimayor, el jugador Luis Moreno se hubiera quitado de encima el peso enorme que debe estar sintiendo.


 

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