Editorial


El mapa del ruido

El establecimiento Público Ambiental (EPA) anunció que elaborará un “mapa de ruido” de Cartagena para saber dónde y cómo se produce, además de quién o quiénes lo emiten. La entidad ya tiene indicios, como los de cualquier ciudadano, pero los suyos están reforzados por las quejas constantes de la ciudadanía, que se incrementan de manera geométrica. Éste –dice Ruth Lenes, directora del EPA– es un síntoma bueno porque la gente comienza a perder el miedo a denunciar, además de que cree que es mucho más posible que antes, que sus quejas tengan alguna respuesta de parte de las autoridades. La gente tiene que tomar conciencia de que el ruido no es inocuo, ni tampoco inevitable. Vale la pena revisar qué hacen los colegios de la ciudad para crear conciencia en la gente joven, ya que las consecuencias nocivas del ruido son bastantes. El ruido, tanto por su volumen como por su densidad geográfica, es decir, ruido por área, es un problema grave de salud pública. La población de todos los estratos está expuesta al ruido excesivo, pero en los barrios populares su volumen y la impunidad de quienes lo producen es una tortura para la gente, especialmente a partir del viernes y hasta el lunes en la madrugada, cuando no comienza el tropel desde el “juernes”. ¿Qué le pasa a los oídos de los niños expuestos a los sonidos abusivos durante dos o tres días a la semana, todas las semanas? ¿Qué le pasa a la gente que nace y se cría en entornos con ruido despiadado? No es sólo el daño físico a los oídos, sino que la bulla constante impide cualquier actividad que requiera concentración. ¿No será que el ruido constante y excesivo embrutece y aumenta la agresividad? La educación es uno de los pilares sobre los cuales construir la equidad y el progreso, pero ¿puede alguien estudiar durante los fines de semana en la mayoría de los barrios populares, y hasta en algunos de estratos medios y altos? ¿Es posible oírse a sí mismo pensar ante el asedio de los ruidos urbanos, con los picós a la cabeza del barullo? El ruido también viola los derechos de la gente, y este es un concepto difícil de aceptar para la mayoría de los productores del bullicio, que piensan que prima su derecho a producirlo sobre el de los demás a no padecerlo, sobre todo cuando lo originan desde su casa o patio porque “es privado”. Es un argumento falaz, por supuesto, porque el ruido no respeta los linderos de la propiedad privada de donde emana, sino que los traspasa a mucha distancia. El mapa de ruido que hará el EPA será una herramienta útil sólo si puede actuar con efectividad sobre la información recabada, lo que requerirá normas duras y claras, con consecuencias pecuniarias y jurídicas, es decir, dientes, para que nadie quiera seguir irrespetando y acabando la calidad de vida colectiva. ***** ND: Deploramos las amenazas infames a Claudia Ayola, columnista de El Universal, y a su hija, y esperamos que las autoridades identifiquen y procesen muy pronto a quien las hizo.

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