Editorial


El momento de España

Para muchos analistas políticos, el triunfo del Partido Popular que lidera Mariano Rajoy en España no se debió a que la ciudadanía sintiera temor de la liberalidad con que los socialistas estaban enfrentando la crisis económica europea, sino a la posición tajante de Rajoy en contra de una propuesta que Alemania y Francia estaban madurando: el establecimiento de un sistema de dos velocidades de manejo económico en Europa, donde los países más fuertes controlaran un euro “más duro” y los demás avanzarán a menor ritmo.Rajoy no titubeó para reclamar que el sistema de la Unión Europea siguiera marchando como hasta ahora, donde todos los países tienen las mismas responsabilidades y pueden disfrutar de los mismos beneficios.
Por supuesto, la Unión Europea, como toda liga de Estados, tiene socios poderosos y socios débiles, especialmente en el campo económico, como lo demuestra el caso de Grecia, y esta desigualdad puede causar sentimientos radicalmente nacionalistas.
Pero los españoles, más que apoyar a un proyecto político que recupera los principios nacionalistas, parecen haber respaldado un proyecto que defiende la unidad europea en condiciones equilibradas, en la que España siga siendo también un actor importante y no el país al que los demás europeos antes consideraban de menor cuantía, argumentando de manera despectiva que Europa comenzaba al norte de los Pirineos.
Las medidas de disciplina fiscal emprendidas por el gobierno socialista de Rodríguez Zapatero en España fueron consideradas satisfactorias por líderes que promueven un freno drástico al endeudamiento, como la canciller alemana Angela Merkel.
Para los españoles, aun si están concientes de la necesidad de ajustar la economía, las medidas socialistas de ajuste tienen la característica de una imposición plena, que no considera la situación de cada país y que los obliga a padecer estrecheces y dificultades.
El discurso de Rajoy lo mostró seguro, aplomado, con la disposición de no dejar que España fuera un actor de segundo plano en la acción europea contra la crisis, pero curiosamente, en sus intervenciones y en la explicación de su plan de gobierno hay muy poca claridad sobre sus fórmulas contra la crisis y los principales periódicos europeos así lo creen.
Tuvo, además, la ayuda de sus propios contrincantes, un socialismo desgastado en el poder, sin logros espectaculares ni inmediatos para mitigar los efectos de la crisis económica, sin políticas fuertes ni propuestas creíbles contra el desempleo.
En realidad, los españoles no apoyaron masivamente a Rajoy porque su pensamiento político ha dado un giro contundente a la derecha, simplemente acogieron el discurso del líder del Partido Popular, que proponía con inequívoca simpleza que para solucionar los problemas de España bastaba con un cambio de gobierno.
Ahora viene la etapa más difícil para el nuevo gobierno: convencer a sus electores entusiastas que deben prepararse para ajustes más drásticos y que no llega al poder con fórmulas mágicas y rápidas.
En ese trance se verá si los españoles están realmente decididos a transitar por los caminos del conservatismo que, entre otras cosas, está gobernando en la mayor parte de los países de la Unión Europea.

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