Editorial


El parque Ciénaga de la Virgen

El Establecimiento Público Ambiental (EPA) emitió ayer un boletín de prensa anunciando que se abría un concurso de méritos para “diseñar el Plan Ambiental de Ecoturismo en la Ciénaga de la Virgen”, en el que la entidad invertirá $82.577.500. Es de suponer que implementar el Plan en sí costará muchísimo más. Quienes ganen el concurso de méritos tienen un trabajo y un reto importantes por delante, ya que la Ciénaga de la Virgen es un cuerpo de agua que ha sido santuario para miles de aves y de muchas otras especies que viven en el manglar, y en el agua debajo de éste. Sus raíces son otro mundo, que además de filtrar el agua donde habita, es la sala cuna para muchos peces que después saldrán al mar. La Ciénaga, sin embargo, no es lo que era, no sólo por la devastación del hombre que la ha urbanizado a la brava, destruyendo mucha de su riqueza natural, sino porque antes tenía agua salobre, y ahora es principalmente agua de mar debido al funcionamiento de La Bocana. Su fauna marina y sus aves también han cambiado obligatoriamente. Antes de La Bocana, la Ciénaga sólo tenía contacto con el mar en el invierno, cuando las escorrentías de su cuenca hidrográfica –enorme por cierto- la llenaban de agua dulce y luego la obligaban a reventar las bocas en La Boquilla y en otras partes, hasta desaguar en el mar. Apenas llegaba el verano, el oleaje marino se encargaba de volver a tapar las bocas con arena, hasta el invierno siguiente cuando se repetía el proceso. De esa manera, la salinidad de la Ciénaga era cambiante, pero siempre dentro de unos parámetros más o menos predecibles, mientras que hoy, como dijimos arriba, es mayormente salina todo el año por la entrada diaria de las mareas del Caribe. De todas maneras, la Ciénaga de la Virgen es un santuario natural que debe protegerse, por lo que es acertada la decisión del Distrito, a través del EPA, de convertirla en el “Parque Distrital Ciénaga de la Virgen”. Los parques deben intentar ser autosostenibles, y el de la Virgen es especialmente adecuado para explotarlo con turismo de naturaleza, que debería concentrarse en la mitad norte del cuerpo de agua, mientras que la contraparte sur podría incluir deportes náuticos como el esquí y la vela. La parte norte está conectada con la Ciénaga de Juan Polo, que está al oeste de la carretera del mar, y debería incluirse dentro del mismo parque, ya que es el mismo ecosistema. Allí hay que frenar los desmanes de quienes rellenan el cuerpo de agua y venden lotes, amparados por lo que Rafael Vergara llama los “abogánsters”, para que toda el área sea un verdadero santuario natural. De paso, además de educar a nuestros jóvenes, éste sería un gran negocio para el Distrito si se planea profesionalmente para convertirlo en un centro para el avistamiento de aves, a pocos minutos del sector turístico de la ciudad. Pocos destinos del mundo pueden ofrecer un santuario tan rico en naturaleza, tan cerca del casco urbano. Confiamos en que el EPA tiene muy clara la vocación natural del lugar para impedir que se convierta en un “parque temático”, o en una mala imitación de Disneylandia.

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