Editorial


El plagio

La tradición académica se basa no solo en producir ideas originales, sino en construir conceptos basados en los pensamientos e investigaciones de otras personas. Asimilándolo al mundo práctico y a la sabiduría popular, equivale a no tener que reinventar la rueda cada vez que haya que transportar algo.La academia, sin embargo, establece reglas claras acerca de cómo se usan los pensamientos de terceros para construir ideas propias, principalmente, se cita la fuente entre comillas o se le advierte al lector qué parte de lo que se escribe corresponde a lo elaborado por otro autor.

Es una norma tan elemental –y a la vez tan fundamental- que debería ser un reflejo en quienes escriben por deber o por afición. Hacerlo es una obligación, no un favor ni una excepción. Y construir con transparencia sobre los pensamientos ajenos es una virtud, no un demerito.
El plagio –copiar o utilizar una idea ajena sin atribuírsela a su autor- es una práctica vergonzosa que obtiene los castigos más severos en el mundo académico, además del desprestigio intelectual, ético y moral para quien incurre en ella. Y por supuesto, hay campo para demandas jurídicas severas.
En el país han resonado varios casos de plagio: el de un congresista que se copió una tesis de grado, y sigue ahí; el de un columnista de una revista que usó un material propio escrito con anterioridad sin advertírselo al lector; uno más reciente de un columnista de Vanguardia Liberal, en Bucaramanga, que es un funcionario público importante en la capital; y la semana pasada, el de una columna editorial en este periódico escrita a varias manos pero con una sola firma, a cuyo autor -según se infiere del comunicado enviado por él-, no le advirtieron el origen de parte de la columna, que era tomada de una fuente no atribuida en ella.
Preocupa que las universidades no estén enfatizando lo suficiente a sus graduandos que el plagio no es un asunto menor, sino grave. Aunque no necesariamente intervenga el dinero, es una forma de estafar a quien se le toma el material sin atribuírselo, y a quien se le hace pensar que es producción propia.
La recurrencia de los plagios en esferas en donde nadie se imaginaría que pudieran ocurrir hace pensar que se necesita un plan de choque para que quienes escriban y publiquen entiendan muy bien qué es, qué implica y como no incurrir en él. Por su frecuencia ya es obvio que no se puede suponer que todos conocen suficientemente sus implicaciones y consecuencias.
Queda la lección para los medios de comunicación que es indispensable hacer referencia explícita al plagio –qué es y cómo evitarlo- en los manuales de redacción internos y en las relaciones con colaboradores externos, en vez de dar por hecho que todos entienden su perversidad.
Quienes publican materiales elaborados entre varios, cosa que es frecuente en el periodismo y en las investigaciones académicas, tienen que cuidarse mucho más, ya que la responsabilidad final –civil o penal- termina siendo de quien firma los trabajos.

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS